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El secado de marihuana es un un procedimiento muy importante si se quiere obtener un producto de calidad. Se trata de un proceso que comienza una vez se corta la planta. Tras el manicurado (técnica empleada para cortar las hojas grandes de las plantas), las ramas se deben colocar en un lugar seco y oscuro, colgados boca abajo o sobre una malla de secado transpirable, elección que dependerá del tipo de cultivo y tamaño de la planta. En cualquier caso, durante dicha etapa, deberá de tenerse muy en cuenta la ventilación, necesaria para evitar la aparición de hongos y de moho.

El secado de la marihuana es un proceso fundamental que suele durar entre 10 y 14 días, y que debe realizarse bajo condiciones óptimas de temperatura, humedad, circulación del aire y oscuridad. De estos factores dependerá en gran parte que el efecto, el sabor y el aroma de la planta se vean potenciados y alcancen el nivel esperado.

Aunque el secado de la cosecha puede ser un proceso largo, es importante asegurarse de que la hierba está en condiciones para ser consumida. Dar con el momento justo es esencial, puesto que un exceso de secado podría también perjudicar a la calidad de la planta. Cuanto más lento sea el proceso, mejor será el secado. Una forma de saber si los cogollos están lo suficientemente secos es intentando romper el tallo: si se rompe fácilmente, están perfectos; si se dobla, aún están frescos. No debemos subestimar la importancia de este proceso, puesto que el cannabis fresco contiene un 75% de agua que debe ser eliminado a través del secado y posterior curado.

Los brotes de cannabis durante el proceso de secado suelen emanar un olor muy fuerte que puede resultar ciertamente delatador, por lo que se recomienda utilizar unos buenos sistemas anti-olor que ayuden a esconderlo.