La reutilización de minas de carbón abandonadas se ha presentado como un símbolo de la reconversión y la regeneración del medioambiente. Pero ahora también podría convertirse en el futuro de la alimentación o en una potencial forma de cultivo de cannabis con muchas ventajas, gracias a lo que se denominan "granjas profundas": convertir viejas minas en desuso en enormes cultivos de cannabis y de otros vegetales para el consumo humano.

A finales del pasado septiembre, la policía británica desmantelaba el que es uno de los cultivos de marihuana más grandes descubierto en las islas británicas, ubicado en un laberinto de túneles subterráneos de más de 40.000 metros cuadrados de una mina de caliza abandonada cerca de la localidad de Wiltshire. En total, las fuerzas del orden se incautaron de 4.425 plantas cultivadas en 20 espacios con el potencial de generar una cosecha de 1,25 millones de euros al año, haciendo palidecer a la anterior mayor confiscación producida en UK, un caso no relacionado a 40 kilómetros de distancia en un antiguo búnker nuclear cerca de la localidad de Chilmark.

Existen extensas minas y canteras en el condado de Wiltshire que se remontan a siglos atrás y que han sido reutilizadas para todo, desde almacenar botellas de vino añejo hasta para ubicar un centro de comunicaciones de la inteligencia británica. La minería se detuvo a fines del siglo XIX y los túneles fueron utilizados por la Oficina de Guerra en 1939 para almacenar equipo naval. Después de la Segunda Guerra Mundial, la compañía Heinz utilizó la cantera para cultivar champiñones para sus famosas sopas. Ahora parece que el auge de los macrocultivos de cannabis han dado a las galerías subterráneas de estas minas una segunda vida más allá de los tiempos de vino y hongos.

Incluso los ingenieros agrónomos han puesto sus ojos en ellas. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Nottingham ven en estas minas el futuro potencial ya no solo del cannabis, sino de los alimentos en general. De hecho, han patentado un nuevo sistema que gira en torno a lo que llaman "granjas profundas", que tendrían muchas ventajas de las que carecen las granjas terrestres actuales, incluido un clima controlado que no se ve afectado por la metereología y sin la necesidad de invertir en equipos agrícolas costosos. No tendrían que construirse en minas de carbón, pero los científicos las ven como un punto de partida perfecto.

¿Cómo funcionarían estas “granjas profundas”?

Los túneles y los pozos necesitarían menos energía para su climatización, por lo que son muy atractivos para la producción vegetal. Además, no se verían afectados por las temporadas irregulares, el cambio climático o el clima extremo observado a lo largo de 2018. La temperatura del aire y los niveles de humedad son generalmente templados y constantes, mientras que existe un suministro de agua disponible.

Y también de dióxido de carbono, que se podría bombear en los túneles en vez de ser emitido al exterior, lo que permitiría que las plantas absorban un 50% más de lo que lo harían en un invernadero tradicional, haciendo que crezcan más rápido de lo normal. Estos túneles y pozos son casi perfectos para el cultivo de interior, pues permitirían la producción de cannabis durante todo el año y se podrían lograr hasta 4 ciclos de cultivos por temporada en comparación con el ciclo único del cultivo convencional en exteriores.

Este tipo de agricultura profunda incorporaría muchas tecnologías existentes: cultivos hidropónicos con agua rica en nutrientes, plantaciones aeropónicas, unidades de iluminación LED para producir la fotosíntesis (un sistema de iluminación que hoy en día ha abaratado mucho su precio) o tecnología de fibra óptica que puede hacer llegar la luz solar hasta a 40 metros de profundidad.

Casi todo el procedimiento está automatizado. Un solo robot, llamado Frank, es el responsable de recoger las bandejas de plantas y llevarlas por las distintas partes del cultivo, incluidas las áreas de siembra y germinación y, en última instancia, la sala de recolección. Todo el aire que entrara pasaría a través de filtros, y la presión dentro del cultivo se mantendría más alta que la presión del aire en el exterior, para evitar que los insectos entren, minimizando el riesgo de plagas.

Y si pueden usar el agua subterránea y ubicarse cerca de las comunidades a las que sirven, las granjas profundas podrían reducir la enorme huella de carbono del cultivo de cannabis y reducir los costes de transporte al mismo tiempo, ofreciendo una alternativa más económica a la agricultura vertical en invernaderos gigantes.

Los investigadores británicos ven el Reino Unido, con más de 150.000 pozos de minas de carbón abandonadas, como un lugar perfecto para comenzar, pues sería una nueva forma de reactivar un legado minero minimizando los costes de reconversión, generando ingresos por productos tan rentables como el cannabis y volviendo a crear un futuro para estas áreas deprimidas, tan importantes y únicas en otros tiempos.