Se acerca la temporada de siembra en exterior y ha llegado la hora de que tengas en cuenta unos cuantos consejos que servirán para la germinación de tus semillas de cannabis. Entre otras cosas, recuerda siempre manipularlas con productos limpios, controlar la hidratación y la temperatura y elegir el método que mejor se adapte a tus gustos o necesidades. Se trata de un proceso sencillo pero que requiere de mucho cuidado, porque de él dependerá tu futuro cultivo. 

La germinación de semillas de cannabis es probablemente el momento más delicado y determinante del proceso de cultivo de nuestras futuras marihuanas. Con la temporada de siembra a la vuelta de la esquina es necesario tener en cuenta que de la salud de las semillas dependerá que la planta crezca o se muera por el camino (incluso antes de nacer). Aquí te proponemos algunos consejos para que cualquier cultivador mantenga el control completo y constante sobre la germinación de sus plantas. Entre otras cosas, hay que recordar que una buena hidratación, un adecuado nivel de calor y la delicadeza serán esenciales para triunfar en la labor.

Controlar el proceso

La germinación es el proceso mediante el cual una semilla se desarrolla hasta convertirse en una planta. Se lleva a cabo cuando el embrión se hincha y la cubierta de la semilla de marihuana se rompe. Para lograr esto, toda nueva planta requiere de elementos básicos para su desarrollo: temperatura, agua, oxígeno y sales minerales. Primero hay que introducir las semillas en agua (preferiblemente mineral) y esperar 24 horas hasta que se abran y dejen ver la punta de la raíz. También se puede hacer cubriendo las semillas con unos paños húmedos o incluso directamente sobre pastillas de turba prensada o jiffys.

Para ello se hidrata y se escurre bien la turba deshidratada durante 5 minutos para introducir la semilla en una pequeña cavidad que haremos con ayuda de algún utensilio. Se utilizarán tantas pastillas como semillas quieran germinarse; estas tendrán que recubrirse de forma muy ligera. Posteriormente, la combinación de turba y semilla se colocará en un pequeño macetero. Aproximadamente 48 horas después podremos comprobar que ha nacido un pequeño tallo que sobresale de la turba.

Tratar las semillas con delicadeza

Una semilla de cannabis es un producto muy sensible y de escaso tamaño, por lo que cuidarlo para que no sufra desperfectos será esencial para que todo vaya bien. En este sentido es necesario asegurarse de que el área de trabajo está limpia, lo que incluye lavarse las manos antes de manipular el producto e incluso utilizar unas pinzas para no tocarlo directamente con ninguna parte del cuerpo. Se recomienda tener siempre cerca jabón antibacteriano con el que lavar todos los utensilios que se necesiten. En un post anterior te recomendábamos crear un mini invernadero para proteger al producto de cualquier agente externo.

Contar con todas las herramientas desde el principio

Los tiempos son muy importantes en este proceso para que las semillas no estén demasiado expuestas a agentes externos que alteren sus propiedades. Por eso, lo mejor es tener en casa todo lo que vaya a necesitarse. En orden de utilización serán: vasos, agua mineral, cinta adhesiva y un boli para identificar el tipo de semillas (en caso de que vayamos a germinar diversas variedades), pastillas de turba deshidratada o tierra y envases donde dejaremos que la naturaleza siga su curso.

Supervisar su hidratación

Que las semillas contengan la cantidad de agua necesaria es fundamental para que germinen. Por eso tendrán que estar en contacto con humedad durante un día entero para que se rehidraten completamente, hasta que salga el inicio de la raíz. Lo mismo se hará con las turbas deshidratadas o con la tierra, aunque apenas se necesitarán unos minutos para que cualquiera de las dos absorban todo el líquido que necesitan. Habrá que escurrirlas para eliminar los excesos; de lo contrario, podríamos provocar un estiramiento del tejido y el enmohecimiento de las semillas.

En todo caso, no hay que permitir, bajo ningún concepto, que las semillas se sequen; de lo contrario, la raíz que está naciendo morirá. Algunos expertos recomienda utilizar agua mineral, otros creen que lo idóneo es la de la lluvia, pero siempre es posible cogerla directamente del grifo si las condiciones son buenas y es segura para ser bebida.

Controlar los niveles de temperatura

Las semillas germinan mejor en temperaturas más cálidas, aunque el exceso de calor no es nada recomendable. Por ejemplo, cuando se sumergen en agua durante la primera etapa se recomienda mantenerlas entre 24 y 28 grados centígrados. Para ayudar con los niveles perfectos, aunque para el resto del cultivo no sirva de nada, es positivo utilizar una o dos bombillas incandescentes. Aunque no pueden utilizarse como iluminación para el crecimiento generan el calor justo. Hay quien también coloca almohadillas térmicas debajo de las semillas para ayudar un poco más a la germinación. Otros incluso utilizan el calor de un electrodoméstico (como ponerlas encima de un frigorífico) para facilitar el proceso.

Si se germina en suelo, esterilizarlo

Si lo que se quiere es germinar directamente en el suelo es muy recomendable esterilizar este antes del proceso. Se hace para matar larvas de insectos, hongos, gusanos, bacterias y cualquier otro patógeno que pueda dañar la semilla y la raíz. Para ello también es posible colocar la tierra en una lona de plástico al aire libre, rastrillar el suelo fino y dejarlo cocer al sol durante unos días. Después habrá que mojar el terreno que hemos preparado sin que se convierta en barro, hacer el agujero (igual que haríamos con la turba) e introducir la semilla cubriéndola ligeramente con tierra. Que quede humedad suficiente pero no demasiada como para estimular la germinación.

Romper las semillas resistentes

Algunas variedades de cannabis suelen generar semillas con una cáscara demasiado dura. Esto quiere decir que al exponerlas a abundante agua durante un gran periodo de tiempo no se abren para dejar salir una parte de la raíz. En esos casos se recomienda lijar (muy ligeramente) la superficie e incluso apretar la cáscara con suavidad y utilizando guantes. No se trata de romper la semilla en pedazos sino de agrietar su fibra natural exterior para que el agua pueda penetrar y que, finalmente, germine.

Método de la toalla

Hay quien prefiere que germinen utilizando toallas de papel humedecidas. El método consiste en coger dos de estas y mojarlas con agua caliente. Después, hay que colocar las semillas de marihuana entre ellas y comprobar durante varios días que están lo suficientemente húmedas. En pocos días habrán comenzado a germinar y será posible moverlas a un entorno diferente, siempre y cuando el nuevo siga siendo húmedo y esté lo suficientemente iluminado y ventilado (aunque no en exceso). En cualquiera de los casos hay que asegurarse siempre de que, con independencia de dónde se coloque la semilla, el recipiente tenga algún orificio por el que pase el aire.

Sistemas de protección

Si estás en época de siembra y, de momento, el tiempo acompaña, puedes sacar las plántulas al exterior pasados unos días; excepto, por ejemplo, cuando cae un chaparrón primaveral de los de ‘en abril aguas mil’. Otra amenaza muy común de esta época es el frío nocturno. Y hasta puede granizar. Como ya tenemos nuestras flamantes semillas germinadas, y no queremos que se nos estropeen los bebés que acaban de producir, es hora de protegerlas de las inclemencias meteorológicas, aunque también de los bichos y lagartijas que pueden mirar los brotes con ojos demasiado golosos. Para ello puedes utilizar pequeños invernaderos o cubrir los pequeños tiestos con plástico, reutilizando por ejemplo garrafas de agua cortadas por la mitad.

Siguiendo estos consejos y eligiendo los modelos que prefieras tus semillas deberían germinar sanas y fuertes para, dentro de unos meses, darte plantas de marihuana vigorosas, en perfecto estado y que seguramente disfrutarás después de todo el esfuerzo realizado. Es hora de ponerse a practicar para cuando llegue la hora de la verdad.