En el cultivo de marihuana, el trasplante de nuestras plantas es uno de esos procedimientos por los que hay que pasar. Te guste más o menos, la maceta deberá estar adaptada al desarrollo de la planta, para evitar que se acabe pudriendo, por lo que deberemos cambiar el recipiente cuando sea necesario. Para ello, habrás de prestar atención a los signos y proceder cuando sea preciso, porque resulta crucial.

Para cultivar marihuana no hay que ser demasiado habilidoso en las tareas manuales. Existen veteranos cannabicultores a los que su torpeza no les ha impedido obtener grandes cosechas y un cannabis de primera calidad. Eso sí, hay ciertos procesos que requieren de un cuidado extremo, para evitar que nuestras plantas sufran algún rasguño. Uno de ellos es el trasplante

Habrá algunos cultivadores novatos que piensen que quizá, con el fin de ahorrarse este trámite, pueden iniciar su cultivo en una maceta con mayor capacidad, para que así la planta crezca sin necesidad de cambiar el recipiente que la contiene. Pues bien, esa es una muy mala idea. Quien piense que así se ahorraría problemas no ha caído en la cuenta de que el remedio puede ser bastante peor que la enfermedad. Los más experimentados saben de sobra que, en caso de actuar así, lo que conseguiríamos es que nuestra planta acabe enfermando por culpa de la humedad, ya que las raíces no asumirán todo el agua que contiene la maceta.

Por esto mismo, debemos tener claro que el recipiente de nuestras cepas de marihuana ha de tener el tamaño adecuado para cada momento del desarrollo. Así, seamos más o menos diestros a la hora de mover nuestras plantas, habremos de realizar esta actividad a medida que las raíces necesiten de un mayor espacio para expandirse y crecer adecuadamente. Pero, como ya hemos comentado, conviene actuar con mucho cuidado.

¿Por qué es necesario trasplantar nuestras plantas?

Por muy tediosa que pueda resultarnos esta tarea, es importante que no escurramos el bulto y la realicemos de forma adecuada. La principal razón para ello es que si adaptamos las macetas al tamaño que vaya alcanzando nuestra planta contribuiremos a su mejor desarrollo. Si nuestro propósito es ver a las plantas crecer sanas y fuertes, deberemos permitir que sus raíces se amplíen a un ritmo constante, con el fin de que su ramificación sea uniforme y alcance una mayor densidad. Y eso solo se puede conseguir si evitamos un exceso de riego, para lo cual es imprescindible el trasplante.

¿Cuándo es el momento idóneo?

Cada cultivo y cada planta son un mundo, por lo que resulta imposible hablar de días exactos en los que haya que cometer esta tarea. No tendremos más alternativa que estar atentos y seguir con detalle la evolución de cada planta para saber el momento idóneo en el que proceder a mudarla de una maceta a otra. Pero tampoco será complicado percatarse de que ha llegado la hora. Concluiremos que el recipiente se ha quedado pequeño para la planta cuando tengamos que regalar con inusitada frecuencia.

El número de trasplantes varía en función de cada cannabicultor. Los hay que optan por ir sobre seguro y prefieren pasar de una maceta de un litro de volumen a la de dos litros, luego a una mayor de 10 litros y, por último, a las de 15 o 20 litros. Otros, por su parte, prefieren dejar a un lado los pasos intermedios y, por ejemplo, saltan de la maceta de un litro al de cuatro litros de una tacada. Aquí también influye si nuestro cultivo es ‘indoor’ o crece al aire libre, pues en función de si disponemos de más o menos espacio podemos permitirnos tener o no macetas de 15 o de 20 litros. 

En estos aspectos, la experiencia nos irá guiando. Si bien en nuestros primeros cultivos tendremos que poner mil ojos en cada planta para saber cuándo es el momento idóneo para cambiar su maceta, a medida que acumulemos cosechas a nuestras espaldas sabremos rápidamente que ha llegado la hora. Y lo mismo ocurrirá con el número de trasplantes que tengamos que hacer: si los intentos por saltarnos los tiestos intermedios no salen bien, habrá que ir paso a paso.

¿Cómo debemos ejecutarlo?

Sobre todo, con mucho cuidado. Lo primero es preparar la maceta al que vamos a mudar la planta. Habrá que rellenar la nueva más o menos hasta la mitad, con una buena preparación de sustrato con la que evitar que surjan contratiempos. Tendremos que presionarlo bien, para que quede bien compacto y consistente. 

Una vez que tengamos esto preparado será el momento de trasplantar. Muchos cultivadores recomiendan no regar la maceta que vayamos a mover durante las 24 horas previas a esta tarea. Así, consiguen que el sustrato esté seco y no se desintegre demasiado al pasar de un recipiente a otro. Esta acción entraña ciertos riesgos, porque puede provocar que las raíces acaben dañadas, algo que resultaría fatal. De ahí que haya que cuidar la cantidad de agua que tiene el sustrato. 

Una vez tengamos todo listo y dispuesto, será el momento de reunir el valor necesario para coger la maceta en la que crece nuestra planta, con el fin de voltearla y dejarla caer sobre la palma de nuestra manos, con el tallo entre los dedos. Cuanto menos toquemos las raíces, mucho mejor. Una vez la tengamos, tendremos que darle la vuelta y situarla en el nuevo recipiente (o en el suelo, en caso de que ese vaya a ser el lugar donde vaya a seguir creciendo). Si ha quedado espacio alrededor, tendremos que rellenarlo con más sustrato, para que quede todo bien compacto.

Si el trasplante lo haces en tu hogar y si no quieres ganarte la reprimenda de algún otro inquilino de la casa, procura poner algún plástico en el suelo. El que avisa no es traidor. Otra recomendación es realizarlo por la tarde, pues no es lo más aconsejable que el sol directo bañe con su luz las raíces. Además, la cepa en cuestión podrá recuperarse por la noche. En los días posteriores, tampoco es conveniente que el astro rey ilumine muy fuerte, por lo que si disponemos de un lugar sombreado lo idóneo será colocarla allí.

¿Y una vez completado?

Una vez que hayamos completado el proceso y la planta esté en su nueva maceta, seguiremos con los cuidados algunos días más. Sin ir más lejos, controlando el riego: la primera vez que reguemos debemos hacerlo con una mezcla que incluya menos nutrientes de los que solemos añadir. A esto hay que sumar que las primeras veces será recomendable emplear la misma cantidad de agua que utilizábamos en la anterior maceta, pues las raíces no han tenido margen suficiente para crecer y no queremos inundarlas. Además, la experiencia nos dice que tendremos que controlar la temperatura para evitar a toda costa que la planta se estrese. 

Como podéis ver, son muchos los factores que controlar para conseguir que todo salga de forma correcta. No es una tarea sencilla, pero si ponemos nuestro empeño y la dosis justa de atención, todo saldrá a pedir de boca.