De Marruecos a Afganistán pasando por Turquía o Líbano, el hachís se ha elaborado tradicionalmente en diferentes zonas del planeta; en cada una de ellas cuenta con unas peculiaridades que hacen que esta resina cannábica destaque según su procedencia. Por ello te desvelamos cuáles son los diferentes tipos de hachís y el mejor hachís del mundo que puedes encontrar en cada lugar y con cuál debes quedarte según tus gustos. A partir de aquí, se abrirá todo un mundo de posibilidades ante ti.

El hachís vuelve a estar de moda. En los últimos años, esta resina con mayor concentración de tetrahidrocannabinol (THC), obtenida tras prensar el cannabis, había estado de capa caída. Si bien sus amantes, que veían en este producto efectos más cerebrales y sabores más terrosos, nunca lo habían abandonado, otros muchos habían preferido dejarlo de lado para apostar por directamente por las flores de la planta. Sin embargo, ahora a los consumidores de la vieja escuela se unen nuevos fans que aprecian más que nunca todo lo que les aporta.

Aunque los más expertos se atreven a hacerlo en casa, lo más común es consumirlo de plantaciones ajenas y especialmente en otros países. A la cabeza en su producción está Marruecos. Así lo recoge el último informe elaborado por la Oficina de Naciones Unidas UNODC, publicado a mediados del año pasado. En él se revela que Marruecos produjo 38.000 toneladas anuales de hachís en 2015. Una muestra más que evidente de que, además de ser un gran productor, es el principal exportador de esta resina en el mundo. No es el único. También es famoso el hachís afgano, turco, indio, paquistaní y hasta holandés. Aunque algunos son difíciles de conseguir, conocerlos todos te permitirá saber los efectos a los que te expones si caen en tus manos.

Hachís marroquí: las mejores variedades de hachís de Marruecos

Como es el mayor mercado de hachís del mundo, quizás es el que más conozcas. En Marruecos se producen tres variedades principales de la resina: el rubio, el rojo y el paquistaní.

El más popular es el hachís marroquí rubio. Su gusto es suave y su efecto, como la mayoría de los hachís, se centra en la mente. Sin embargo, su potencia no es excesiva (suele provenir de plantas cercanas al cáñamo industrial), lo que permite charlar relajadamente con amigos o estar haciendo otras actividades mientras fumas marihuana o después de haberlo hecho. Será el hachís más común que te ofrezcan, por ejemplo, en las zonas más turísticas de Marrakech o Rabat.

Algo distinta es la variedad roja. Aunque en sabor no encontrarás ninguna diferencia, su efecto mental sí te resultará mucho más fuerte y rápido que la variedad rubia. Ahora bien, igual que sube, baja, así que notarás que te abstraes de la realidad unos minutos, pero pronto pasará.

No ocurrirá lo mismo con la variedad paquistaní, que también se cultiva en la conocida zona montañosa del Rif, en el noroeste del país. Con ella conseguirás un fuerte y prolongado efecto que la convierte en el objeto de deseo de muchos cuando viajan a la región africana. Si cuando la encuentras tienes tantas ganas de probarla que te pasas de caladas, piensa que puede tenerte inactivo un buen rato y no podrás ver nada más del lugar. Por ello, lo mejor es que la consumas poco o cuando estés sin planes. Para su elaboración elige plantas paquistaníes como la Hindu Kush o sus descendientes como la Blue Kush o Bubba Kush.

Aunque estas son las más conocidas, tampoco son las únicas que existen. En Ketama, uno de los pueblos de la cordillera del Rif, los agricultores están probando con una nueva variedad que está ganando muchos seguidores. Conocida como hardala (o sus variantes jardala, jurdala o jardula), se caracteriza por un color negro brillante o amarillo y con una textura pegajosa y moldeable, como si fuera un chicle. Además, el jardala destaca por un olor intenso a hierba con toques del hachís afgano, del que hablaremos más adelante y un efecto intenso.

En torno a su elaboración hay muchos mitos. Algunos aseguran que se trata de una mezcla de tres variedades, una marroquí, una afgana o paquistaní y otra de tipo holandesa; mientras, otros creen que solo es una clase de hachís y no precisamente marroquí, sino afgana. En la actualidad, los expertos aseguran que es el hachís de mayor calidad que se puede encontrar en Marruecos.

Los hachís pioneros en Afganistán y Pakistán

Lo que hoy consideramos hachís marroquí tiene su origen más allá de sus fronteras, y muy posiblemente se sitúe entre Afganistán y Pakistán. Según las leyendas, las primeras semillas de cannabis llegaron con la conquista musulmana a partir del siglo VIII. Sin embargo, el hachís no empezó a popularizarse hasta los últimos años 60, cuando un grupo de viajeros jipis llevó la técnica del cribado o apaleado desde la zona de Afganistán y Pakistán hasta Marruecos.

Por ello, cuando hablamos de hachís afgano puede que estemos ante el más puro. Y entre todos ellos el que triunfa es el Royal Afghani. Su efecto es muy potente, pero te permite ser consciente de todo lo que ocurre a tu alrededor, e incluso hay quienes aseguran que te aporta una gran lucidez en tus pensamientos mientras todo tu cuerpo está relajado. Para su elaboración se utiliza, por ejemplo, la Afghan Express.

Como ocurre con las variedades marroquíes, se utiliza un método de extracción de la resina en seco, aunque con la diferencia de que con el afgano se recortan los cogollos antes de tamizarlos. Luego se aplica calor al polen y se va amasando la pasta durante días hasta conseguir la densidad óptima. En este proceso se garantiza gran parte de la calidad del producto.

Otra variedad excelente se produce en el país vecino, Pakistán, en concreto en las fronterizas montañas de Tirah Maidan. Allí la Gardaa (como se conoce al hachís) destaca por una potencia y sabor inmejorables, que como ya hemos contado se intenta replicar en Marruecos con su variedad paquistaní. Con una cantidad de entre 12 y 16 % de THC, produce una sensación de lo más relajante que traspasará la mente. Verás cómo con cada calada tu cuerpo comienza a paralizarse. Para muchos, es el hachís preferido, no solo por su efecto sedante, sino por su sabor picante e intenso. 

Al cobijo de las montañas del Himalaya

La región de Cachemira, entre Pakistán y la India, o el cercano valle de Parvarti son dos lugares con gran tradición de hachís. En el primero destaca un polen que aúna la tradición de los métodos de extracción en seco de los árabes con la pasión de la India por las Sativa. Así se consigue uno de los hachís de mayor calidad con un efecto eufórico, aunque en la actualidad es muy difícil de conseguir debido al conflicto que vive la zona desde 1947. Mientras tanto, en el norte de la India, en el valle de Parvarti, se realiza una especie de crema de color negro y brillante que puede llegar a tener 26 % de THC.

Pero sin duda, en esta zona las reinas son las bolas nepalíes. Gracias a ellas vivirás una de las experiencias cerebrales más intensas mientras tu cuerpo está en un placentero estado de relax. Se elaboran a partir de las míticas Nepal Kush o la Nepal Jam y su forma redondeada se consigue amasando sin parar con las manos. Ahora bien, aunque estas bolas se utilizan en fiestas y rituales nepalíes, muchos dicen que son solo para expertos consumidores.

También el hachís de Holanda y Turquía

En Europa, el hachís más famoso de elaboración propia es el holandés. Tiene un gusto amargo y provoca poco humo al fumarlo; sin embargo, su intensidad es tal que en las mejores partidas puede llegar a congregar un 60 % de puro THC. Sin duda, una auténtica bomba, así que mucho cuidado con pasarte con la dosis de este hachís creado a partir de la familia Skunk.

También intenso, aunque algo menos, es el hachís turco. Desde la primera calada notarás sus efectos de euforia, aunque lo que enamora es su aroma y sabor dulce, además de un cierto regusto a canela y a especias. Muchos lo califican como una delicia para los sentidos.

Sabemos que con toda esta variedad es difícil decantarse por una; sin embargo, si alguna vez tienes la suerte de elegir alguno de los hachís más sofisticados del planeta, disfrútalo como nunca.