Toda planta de marihuana necesita de una base de calidad si se desea lograr una cosecha exitosa. Para ello el sustrato del cultivo debe respetar una serie de características e intentar ser lo más completo posible, con el fin de garantizar el desarrollo óptimo de la producción. Muchos cultivadores intentan imitar las condiciones del suelo natural a través de distintos métodos. A esto lo denominan supersustrato. Os explicamos cuáles son los trucos para alcanzarlo tanto en exterior como en interior.

La naturaleza es capaz de ofrecernos una tierra excelente para cultivar marihuana en exterior. Sin embargo, en la mayoría de casos es necesario acondicionarla, ya sea porque plantamos en interior o porque esta necesita de nutrientes extra para optimizar el crecimiento de las plantas. Por lo tanto, preparar bien el terreno al comienzo de la vida de la planta es fundamental: al fin y al cabo, es el lugar donde se va a desarrollar. A partir de una tierra base, iremos añadiendo elementos para mejorar la retención y drenaje del agua, la cantidad óptima de nutrientes y la textura adecuada para facilitar el desarrollo de las raíces.

Lo importante del sustrato base es que cuente con el pH adecuado, que en el caso de la marihuana se sitúa en torno a 6. En teoría, la misma tierra del jardín sería apta para el cultivo, pero siempre conviene medir el pH para añadir cal agrícola si este es insuficiente o azufre para rebajarlo, en el caso de que sea mayor de 6,5. A través de otros componentes y técnicas mejoraremos esta tierra base para convertirla en un supersustrato, es decir, la mejor base posible para el desarrollo de la planta.

Supersustrato de exterior

Cuando cultivamos en exterior contamos con la ventaja de disponer de un medio natural vivo que interactúa a favor de la productividad de nuestra planta. Podemos potenciar esa sinergia entre el ecosistema y la plantación de cannabis con compostajes, una forma de garantizar que la compleja red biológica que actúa bajo la planta de cannabis funciona a las mil maravillas. Esto se va a traducir en un sustrato sano, dinámico y productivo, en el que florece una gran actividad microbiana que acelera la descomposición de la materia orgánica y proporciona alimento a la plantas.

Para fabricar un buen compostaje necesitaremos de una gran variedad de residuos biodegradables, microbios beneficiosos, abundante flujo de aire y mantenimiento de los niveles adecuados de humedad. Este supersustrato será como una lasaña de capas finas y porosas hechas de material orgánico. Es importante que los ingredientes de este preparado sean locales, es decir, material orgánico propio de la región. También es importante conocer bien los diferentes elementos disponibles de tu zona para realizar compost; seguro te sea útil preguntar a vecinos agricultores qué elementos utilizan ellos para realizar compost.

Por lo tanto, el supersustrato orgánico deja la puerta abierta al ingenio de cada uno. Los elementos comunes suelen ser estiércol, astillas, hierba recién cortada, paja, fruta o verdura prensada y acondicionadores microbianos. Dependiendo del ecosistema, escogeremos el estiércol de un animal u otro, y los restos agrícolas de un tipo de vegetación u otro. Para realizar un compost completo necesitaremos prepararlo con 100 días de antelación al inicio del cultivo, por lo que el comienzo de la primavera será el pistoletazo de salida.

Las capas de pasta de nuestra lasaña biológica van a ser paja empapada en una dilución de EM-1 (un acondicionador de microorganismos eficaces). Estas capas además de evitar una excesiva compresión del compost, van a ayudar a la digestión de la materia orgánica y van a acelerar la actividad microbiana. Por otro lado tendremos el estiércol, que puede ser de vacas, caballos, ovejas, cabras, conejos y pollos.

El estiércol, la hierba verde y otros residuos vegetales frescos van a ser la principal fuente de nitrógeno de nuestro compost. El nitrógeno juega un papel crucial en la creación de abono y en la primera fase de crecimiento del cannabis, ya que mata los hongos patógenos no deseados y ayuda a que las semillas germinen.

Lo primero para montar nuestro supersustrato es hacer una fila de ramas entrecruzadas con una altura de un metro, más o menos. Las capas de la lasaña irán arqueadas encima de estas ramas, de forma que quede un túnel de viento en su interior. Este entramado de palos debe ser sólido, puesto que va a aguantar mucho peso. La primera capa será de paja seca, con el fin de ventilar el compost. Después vendrán una capa de estiércol y una de paja empapada en EM-1, que servirán para aumentar la temperatura y alcanzar altos niveles termofílicos que ayuden a fomentar la actividad microbiana.

A partir de aquí colocaremos capas de astillas y virutas de madera para desarrollar hongos sanos, seguidas de más estiércol y paja empapada en EM-1. También hay que tener en cuenta la ventilación y, cuando llevemos cuatro capas, añadir una de hierba verde que garantice que el oxígeno llega a todos los niveles. Siguiendo este patrón de estiércol y paja con microorganismos, añadiremos alguna capa más de virutas y restos de materia vegetal (fruta y verdura) y cerraremos la lasaña biológica con una capa de pasta cuando haya alcanzado el metro y medio de altura.

Esperaremos 3 meses y medio, más o menos, a que el compost se haya formado y haremos un agujero con un palo en los lugares donde introduciremos las semillas. Esta técnica del compost es muy antigua, y nuestros antepasados la han utilizado siempre en el campo para obtener unos productos de calidad. Pero tener tanta materia orgánica activa en el suelo no solo va a incidir en el desarrollo de la planta y la calidad del producto final, sino en el respeto al medio ambiente. Se trata de una de los métodos más eficaces y sostenibles de reciclar nuestros residuos agrícolas.

Supersustrato de interior

Por desgracia, en cultivos de interior resulta muy complicado reproducir estas condiciones mencionadas en el compost. Pero siempre puedes cultivar tus plantas en sustratos ricos en nutrientes y adaptados a las necesidades de las plantas. Muchos cultivadores de interior mezclan su sustrato con, por ejemplo, turba, que está formado por un elevado porcentaje de compuestos orgánicos y supone una base compacta y resistente a la putrefacción.

Otros utilizan fibra de coco, un material muy ligero, poroso y con pH neutro que, mezclado con la tierra, permite que esta no se apelmace. Esto ayuda a que las raíces se oxigenen y no se descompongan o se putrifiquen. Eso sí, aunque retiene bien el agua, desde el punto de vista nutricional es casi inerte, por lo que necesita de algún fertilizante, como por ejemplo el humus de lombriz

Estos excrementos de lombriz vendrían a ser el estiércol de los cultivos de interior, ya que están compuestos por una gran cantidad de nitrógeno. Sin embargo, no conviene abusar del humus, porque puede apelmazar mucho nuestro sustrato. Siempre conviene combinarlo con elementos porosos como la fibra de coco (un vidrio volcánico amorfo que, además de airear el sustrato, sirve para retener agua y fertilizantes), la perlita (un mineral perteneciente al grupo de las micas, también muy ligero y con un pH de 7,2) o la vermiculita.

Muchos agricultores ‘indoor’ suelen combinar todos estos sustratos porosos con tierra fértil y pequeños abonos, como el humus de lombriz. También se utiliza la arlita, unas bolas artificiales muy porosas y ligeras, típicas del cultivo hidropónico, pero también habituales en macetas y jardineras para mejorar su drenaje.

En definitiva, lo único que has de hacer para tener un supersustrato de interior es decidir qué ingredientes quieres utilizar, con el fin de que el medio se comporte de una forma u otra. No será igual que un compost completo de cultivo de exterior, pero ayudará al desarrollo de la planta igual y mejorará su producto final.