Escoger una planta de marihuana que tantas alegrías nos puede dar durante años es un proceso largo, que va desde la selección de la semilla hasta la etapa de floración y la propia cata de los cogollos, pero que trae excelentes recompensas. Hay que ser observadores y anotar todas las características que sobresalgan en nuestro cultivo para quedarnos con la planta madre de mayor calidad o de sabor más delicioso. Con nuestros consejos no se te escapará ningún detalle.

Una copia idéntica de una buena planta que ha destacado por sus cogollos, su resistencia a plagas o sus notas aromáticas inconfundibles. Hablamos de los clones de marihuana, esquejes que heredan al completo las características de su planta madre. Esto es toda una ventaja si hemos dado con una variedad de excelentes resultados y queremos repetir estos durante sucesivas cosechas. Además, como ya no es necesario que germine la semilla, el proceso de cultivo es más rápido.

Pero para conseguir este clon, antes hay que decidir cuál es esa planta madre que nos permitirá perpetuar el ciclo. Este es un proceso largo para el que hará falta observación y que dará sus primeras pistas en la floración. Habrá que ser pacientes, pero los resultados merecerán la pena. 

Una vez escogidas las semillas, convendrá plantar varias de ellas, para incrementar las opciones y encontrar así finalmente una que se adapte a nuestros gustos. Para ello, hay que anotar en cada maceta o lugar donde las estemos plantando la semilla que allí se encuentran y determinadas características conforme se vayan dando: cuánto tarda en crecer, cómo son sus ramas, cómo responden a la poda… Cualquier aspecto es interesante para escoger a la finalista de acuerdo a nuestras necesidades: distancia entre nudos, forma de la estructura… 

Sin lugar a dudas, el número de semanas de floración será uno de los factores clave a la hora de elegir una planta madre. Podemos ser más o menos pacientes, pero probablemente nos quedaremos con aquellas que, además de por su resistencia, calidad de los cogollos o notas organolépticas (luego hablaremos de ellas), florezcan rápido. Ya a la hora de comprar las semillas podemos tenerlo en cuenta, pues existen Sativas que son de floración muy larga frente a algunas Indicas. De nuevo, dependerá lo que estemos dispuestos a esperar.

Hay cultivadores que, a la hora de escoger las semillas, recomiendan plantar una buena cantidad de ellas, del orden de varias decenas. Esto es posible si puedes invertir dinero en ello, ya que los costes de mantenimiento se multiplican. Aunque pueda parecer un despropósito, si se invierte tanto aumentan también las posibilidades de obtener buenas plantas madre y podemos arriesgarnos a que alguna semilla no dé los resultados que queremos y, por tanto, desecharla.

Mientras las semillas se desarrollan es necesario fijarse en valores como la estructura de la planta y el rendimiento de esta. Sin embargo, que sea muy fuerte/vigorosa o que los cogollos sean numerosos no es un simple indicativo de su éxito posterior. A ello hay que sumar la calidad de lo generado: con el paso del tiempo, los cultivadores más experimentados han descubierto que importa tanto o más una producción media de excelentes cualidades que una generosa de calidad más uniforme. En cualquier caso, si la planta se cubre de buenos tricomas, nos permite comprobar de primera mano que sus clones también serán tan productivos como los de la planta madre.

Algo muy importante a la hora de seleccionar la planta madre es que no tienda al hermafroditismo, es decir, que no genere flores macho y hembra a la vez. Las flores macho son las que nos deben preocupar; para ello hay que evitar las situaciones de estrés que producen estos cambios de sexo.

Obteniendo los esquejes

Cuando consideres que las plantas están lo suficientemente desarrolladas, y una vez descartadas aquellas con poco vigor, hay que obtener esquejes de ellas, a ser posible del mismo tamaño todos y por lo menos uno de cada una de las plantas que hayan obtenido nuestro visto bueno. Los cultivadores recomiendan cortar antes de que aparezcan las preflores. 

Una vez hecho, debemos nombrar cada esqueje con un identificador que lo vincule a la semilla de la que lo hemos obtenido y esperar a que eche raíces. Los esquejes pueden estar en la misma sala que el resto de plantas, con la fase de iluminación que deseemos. Otra opción es llevarlos a otro lugar o armario, con una luz de bajo consumo, para que comiencen a enraizar. Este proceso se puede realizar en el material que cada cultivador prefiera: tierra, turba, lana de roca… 

Como ya hemos dicho, si en los esquejes o en las plantas de las que provienen encontramos flores macho debemos retirarlas inmediatamente: no nos servirán y, además, tenemos que evitar que polinicen a las otras. Así que nos tendremos que deshacer de ellas, esquejes incluidos. El mínimo atisbo de macho hace que la planta se inutilice para la producción: no podemos conservarla y tener ese riesgo a lo largo de los años.

De nuevo, apunta todo lo que te llame la atención. La fase de floración será importante para anotar esos cambios, tanto en la planta como en los esquejes que hagamos, pues ahí se perciben muchos de ellos y habrá demasiadas cosas que resalten como para dejarlas escapar.

Cuando tengamos los cogollos, tanto de la planta principal como de los esquejes, los curaremos y secaremos en tarros de cristal bien cerrados y que tendremos que etiquetar con la planta o el esqueje del que provengan. No hará falta escribir ahí todas sus características, pero si algún identificador que nos lleve al documento donde hemos redactado el resto. 

Otras consideraciones

A la hora de escoger la planta madre, cada uno tendrá en cuenta sus gustos personales de sabor y olor. Esto ya entra en el terreno de lo particular, y es normal que elijamos para la planta madre un sabor o un olor que nos agrade especialmente, sin importar tanto sus características de producción o resistencia. Con el paso del tiempo, la marihuana curada puede ganar en sabor o potencia; hay que considerarlo también a la hora de hacer la selección.

También hay que ser conscientes del entorno en el que plantamos o hemos plantado para guardar los esquejes finalistas. Si vemos que la estructura que desarrolla es muy grande y estamos cultivando en una terraza exterior, quizá no debamos quedarnos con esa planta madre, con el fin de evitar miradas indiscretas. Algo parecido pasa con el olor: si comprobamos que es muy fuerte y no queremos levantar sospechas entre los vecinos, a pesar de la calidad de sus cogollos quizá debamos plantearnos si queremos seguir cultivándola.

En ocasiones, conforme las plantas crezcan y si hay varias de la misma semilla, puede que nos demos cuenta de que crecen a diferente ritmo. Se trata de fenotipos diferentes de la misma variedad. Saber esto también nos puede venir bien a la hora de adquirirla: si queremos una estructura más pequeña podemos buscarla de manera adecuada y de antemano y así ahorrarnos plantar otra de estructura más desmesurada.

Por último, si hemos cultivado varias semillas de la misma variedad, deberíamos quedarnos solo con una de ellas como planta madre, aquella que se distinga de las demás por razones de peso. Las diferencias serán pequeñas entre ellas, pero probablemente alguna haga sobresalir a una planta del resto y haga que no merezca la pena conservar las otras.

Al final, seleccionar la mejor planta madre es un trabajo de paciencia, observación y anotación, con el fin de decidir entre numerosas variables para obtener los mejores clones. Pero si hay tanto donde escoger que no sabes con qué planta quedarte, quédate con varias: en la variedad está el gusto.