En los próximos meses la comunidad internacional debe posicionarse sobre la recomendación que la OMS ha realizado a Naciones Unidas en relación con la reclasificación del cannabis en la en la Lista I de la Convención Única de Estupefacientes de 1961 (ahora está en la lista IV, junto con sustancias como la heroína). Si se acepta, se reconocerá el potencial terapéutico de la planta. Esto permitirá avanzar en la investigación de sus propiedades y normalizar su uso terapéutico. Quizás, quién sabe, también sea el primer paso hacia la legalización global del consumo recreativo. Muchos celebran la postura de este organismo. Otros, en cambio, se muestran muy críticos con su propuesta.

Si algo nos enseña la historia es que las evidencias siempre se acaban imponiendo, aunque más lento de lo deseable, como sucede con el cannabis y las prohibiciones que lo rodean. Unas prohibiciones que se mantienen de forma absurda por decisiones políticas contrarias a lo que demuestran los avances científicos.

Estos avances lentos están ocurriendo en el seno de la OMS, que por primera vez desde hace décadas se inclina a reconocer los efectos positivos y el importante potencial terapéutico de esta sustancia en el tratamiento de diversas enfermedades, como la epilepsia, la esclerosis múltiple o el trastorno de estrés postraumático.

Así ocurrió el pasado mes de noviembre, cuando el Comité de Expertos en Drogodependencia (ECDD) de la OMS decidió remitir para su consideración un informe que apuesta por reconocer este potencial terapéutico. Una opinión que fue reiterada en la carta que el director general de la OMS, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, envió el 24 de enero al secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres.

La decisión se tomará el próximo mes de marzo, cuando se prevé la reunión de la Comisión de Estupefacientes (CND) en Viena. Si se impone el criterio de la OMS, terminará una situación que se remonta a marzo de 1961, cuando se aprobó la Convención Única sobre Estupefacientes de Naciones Unidas, que durante 57 años ha situado el cannabis al mismo nivel que la heroína, la etorfina y otros opioides.

Una buena noticia para los defensores del cannabis

Como era de esperar, son muchas las reacciones positivas que ha generado la posibilidad de este cambio jurídico y se espera que signifique un paso hacia la legalización del cannabis tanto terapéutico como recreativo, adaptando, en el medio plazo, el marco jurídico internacional a las legislaciones nacionales más avanzadas.

En este sentido se han pronunciado desde For Alternative Approaches to Addiction, think & do tank (FAAAT). Michael Krawitz, asesor de políticas globales, ha asegurado que la postura de la OMS significa “un paso para dejar las cosas claras” y que es el momento de que todas las entidades en favor de la legalización del cannabis lo apoyen. En la misma línea se ha pronunciado Kenzi Riboulet-Zemouli, responsable de investigación de FAAAT, quien opina que “es el mejor resultado que la OMS podría expresar” y que significa el principio de importantes cambios en la política internacional del cannabis.

El Forum Droghe, a través de su presidenta, Maria Stagnitta, ha señalado que “es un paso adelante, basado finalmente en evidencia científica y no en ideología” y que esperan que Naciones Unidas trabaje de forma franca y abierta, en colaboración con todos los agentes implicados, para lograr los mejores acuerdos, sin ceder a presiones, prejuicios y opiniones infundadas.

O no tan buena

Sin embargo, no todas las opiniones de los activistas cannábicos reflejan este optimismo, ya que, recuerdan, la postura de la OMS no implica cambiar la consideración de que la marihuana es una droga. Además, las opiniones favorables se dirigen expresamente solo a una de las más de 200 sustancias que posee el cannabis, el CBD. En consecuencia, el cannabis seguirá figurando en alguna de las listas implantadas con el Tratado de 1961, que continuará vigente.

Es precisamente este hecho el que denuncia Steve Rolles, analista político en la Transform Drug Policy Foundation. En su opinión, debería desaparecer cualquier mención al cannabis en este documento, ya que, de otra forma, los Estados podrán seguir decidiendo sobre esta sustancia en función de los intereses políticos del momento.

De tal forma, denuncia Rolles, la postura de la OMS supone un intento de legitimar científicamente las políticas prohibicionistas, ya que, aunque se reconoce que el cannabis posee determinadas aplicaciones terapéuticas, se sigue considerando una sustancia peligrosa, vinculada a graves problemas de salud pública. En el informe se advierte que los consumidores pueden sufrir efectos secundarios agudos, como el deterioro de la memoria a corto plazo, así como la existencia de riesgos potenciales para el desarrollo cognitivo de los adolescentes.

Política nacional y relaciones internacionales condicionan las decisiones

En cualquier caso, no conviene olvidar que el papel jugado por cada Estado en las organizaciones internacionales está condicionado por factores políticos y económicos nacionales e internacionales. De tal forma, es probable que las decisiones respondan más a esto que a criterios científicos. Por ello, no parece descabellado pensar que la posibilidad de utilizar el cannabis para relanzar sectores económicos deprimidos es una de las razones que se encuentran detrás de este escenario.

En este sentido destaca Estados Unidos, que posee un peso especial en la ONU. Le interesa promover determinados usos del cannabis para estimular su sector agrícola y farmacéutico, sin que ello implique una legalización total del consumo. Unas medidas relativamente favorables, como la Ley de Mejora de la Agricultura, podrían servir para cultivar tierras abandonadas y sustituir productos menos rentables por cannabis, ante un previsible aumento de la demanda apoyado en el nuevo marco jurídico internacional.

Otro factor que se debe tener en cuenta es la lucha comercial que la administración Trump mantiene con China, que también cuenta con una importante industria del cáñamo. En un contexto en el que el gigante asiático se adelanta en las exportaciones agrícolas, superando las cifras de Estados Unidos, es probable que este país trate de influir para que la ONU favorezca la exportación estadounidense de cannabis sin que ello conlleve la necesidad una legalización total en su territorio.

El resto de países que forman parte de Naciones Unidas deberá tomar sus propias decisiones, que, sin duda, serán un reflejo de sus intereses económicos y políticos, como (casi) siempre ocurre en los organismos internacionales.