Algunas famosas variedades de cannabis cuyos nombres hacían referencia al universo concebido por George Lucas, como la Skywalker o la Ewok, han tenido que cambiar de nombre para evitar una batalla legal contra los propietarios de la marca. No es la primera vez que el debate de la propiedad intelectual está sobre la mesa en el sector.

Con tal cantidad de variedades de cannabis a nuestra disposición, un nombre fácil de recordar es una ventaja innegable. A todo amante de la marihuana le suena Moby Dick, y no precisamente (o no solo) por la enorme ballena literaria. Sin embargo, poner a nuestras plantas el nombre de un referente cultural, una práctica más que habitual en el sector, también puede traer disgustos ahora que la legalización está arrojando luz sobre las sombras.

Si no que se lo digan a los creadores de cepas como la Skywalker o la Ewok, que tomaban sus características denominaciones de la saga ‘Star Wars’. Sus productos, alabados y reconocidos por los consumidores, han tenido que cambiar de nombre para evitar una batalla imposible contra la legión de abogados de Lucasfilm y Disney. Cuando se trata de propiedad intelectual, la Fuerza está del lado del gigante.

No es que hayan desaparecido, pues ahora pueden encontrarse con distintos nombres —la Ewok se llama Alien Walker y la vieja Skywalker ha pasado a ser la Mazar x Blueberry—, pero desde luego han perdido buena parte de lo que servía para distinguirlas entre un sinfín de opciones. Y no son las primeras ni van a ser las últimas en esta situación. 

La industria de la marihuana es especialmente vulnerable. Aunque las marcas deben registrarse para diferentes tipos de productos si se quieren preservar totalmente, y obviamente las relacionadas con franquicias como ‘Star Wars’ no lo están para lo referente al cannabis, lo cierto es que los propietarios de marcas célebres también pueden ejercer sus derechos cuando consideran que la existencia de un producto con el mismo nombre puede ser perjudicial por asociación. 

Si se trata de marcas relacionadas con el entretenimiento infantil o con productos que suelen disfrutar los menores o que están dirigidos a los niños, esa asociación con el cannabis se vuelve especialmente peliaguda. En el estado de Oregón (Estados Unidos), por ejemplo, fue aprobada una regulación para prohibir el uso de términos como Cinderella (Cenicienta), Smurf (Pitufo), Bruce Banner (el humano detrás del increíble Hulk) o Death Star (por la Estrella de la Muerte de ‘Star Wars’) tras la legalización de la marihuana para usos tanto medicinales como recreativos.

También tuvieron que cambiar de nombre las variedades antaño conocidas como Girl Scout Cookies (que ahora se llama GSC) o Jägermeister (actual JGR): la primera por su evidente referencia a las galletas de la famosa organización infantil y la segunda por su indisimulada copia del nombre de un popular chupito alemán. Y aunque menos conocida a este lado del Atlántico, pero célebre en los Estados Unidos, la empresa de adhesivos Gorilla Blue también denunció a GG Strains por sus famosas Gorilla Glue #1, #4 y #5, que tuvieron que cambiar de nombre (y ahora son las GG1, GG4 y GG5).

La mayoría de estas variedades no eran nuevas, pero ha sido la oleada de legalización, al sacar al sector cannábico de la clandestinidad, lo que las ha puesto en el punto de mira de los propietarios de los derechos de marca. A medida que la marihuana va cobrando fuerza y visibilidad, sobre todo en Estados Unidos, las cartas de cese y desistimiento (en inglés, cease and desist) empiezan a llegar a más y más ‘breeders’ y cultivadores que usaron referentes populares para bautizar a sus pequeñas.

La profesionalización no solo va a llevar a que más casos como estos se produzcan en los próximos años, sino a que los propios negocios de la marihuana comiencen a entrar en colisión unos con otros a medida que la oferta aumente, sobre todo si, como es común, han utilizado términos habituales del argot cannábico en sus denominaciones. Los ‘420’, ‘cann-’, ‘high’, ‘bud’, ‘green’ y compañía han brotado de tal forma que pueden dar lugar a confusión. A medida que el sector se vaya ordenando, muchos se verán obligados a cambiar de nombre.

De hecho, ya está sucediendo, y no solo con protagonistas del sector. Dos empresas estadounidenses del cannabis se han topado con la reclamación de un fabricante de té del estado de Oregón por el uso de la palabra ‘stash’ (en español, reserva o alijo). A la Stash Tea Co. no le hacía gracia que la Stash Pot Shop de Seattle y la Stash Cannabis Co. de Oregón compartieran parte de su nombre, así que presentó sendas denuncias. La primera decidió cambiar de nombre (ahora se llama Lux Pot Shop), pero la segunda ha preferido dar batalla en los tribunales a la firma de té, pese a que esta fue fundada hace más de 40 años y registró su marca en 1972.

No es extraño que traten de defenderse, puesto que cambiar de nombre no es precisamente baladí para un pequeño negocio del cannabis. En muchas ocasiones, se trata de algo más que el reconocimiento de marca: también pueden perderse grandes sumas de dinero invertidas en diseños, carteles, paquetería, material publicitario… Un enorme daño colateral que puede ser letal para las cuentas de emprendedores y pymes.

Por eso lo recomendable, antes de poner en marcha un negocio en la industria de la marihuana (como en muchas otras), es consultar con un experto en propiedad intelectual que verifique que las marcas que pretenden emplearse no están siendo ya utilizadas y pueda prever posibles conflictos. Aunque parezca un coste superfluo, a menudo sale más barato que afrontar una reclamación y renunciar a una marca en la que ya hemos invertido.

Además, es aconsejable prescindir de los citados estereotipos que ya abundan entre las empresas del sector, pues además muchos de ellos son términos que pueden entrar en colisión con terceros ajenos a la marihuana o incluso ser tan genéricos que no se puedan registrar.

Por último, conviene recordar que un negocio debe sustentarse en algo más que un nombre pegadizo. Crear una comunidad alrededor de lo que vendes es garantía de que, incluso si te vieras obligado a cambiar de nombre, los clientes volverían. Al fin y al cabo, como le dijo Julieta a su Romeo, “la rosa no dejaría de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo”.