Existen varias hipótesis basadas en diferentes estudios científicos. Mientras unos apuntan a su misión como defensor de plagas y enfermedades, otros aseguran que es una barrera contra los efectos del sol. Incluso hay investigaciones que argumentan que este cannabinoide permite relacionarse y establecer comunicaciones que solo las plantas conocen. Sin duda, un auténtico misterio que vamos a desvelaros.

El tetrahidrocannabinol (THC) es una de las sustancias más apreciadas por los amantes de la marihuana. Principal causante de los efectos psicoactivos y responsable directo de las experiencias más psicodélicas, poco se sabe del porqué de su presencia en la marihuana: el THC no solo está ahí para hacernos disfrutar a nosotros, sino que tiene una misión concreta y beneficiosa para la planta de cannabis. Ahora bien, como suele ocurrir en aquellos casos que aún quedan por investigar a fondo, existe mucha controversia sobre la causa de su existencia.

Algunos estudios argumentan que su utilidad podría residir en mantener alejados a predadores y patógenos, mientras que otros ven su función protectora de los rayos nocivos del sol como el motivo principal. En unos y otros casos, la razón fundamental es que el THC actúa como un mecanismo de defensa ante los agentes externos que pueden perjudicar a la planta. Así lo ha reflejado un estudio publicado en la prestigiosa plataforma ‘online’ Frontiers Plant Science, donde se argumenta que sustancias cannabinoides tales como el THC son productos químicos defensivos destinados a salvaguardar la supervivencia de la planta.

La estructura genética del cannabis es mucho más compleja de lo que a simple vista podemos imaginar. El THC es uno de los 100 compuestos producidos por la marihuana llamados fitocannabinoides. También conocidos como cannabinoides naturales o herbáceos, son específicos del cannabis y se producen en los tricomas, unas glándulas de resina cannábica que comienzan a desarrollarse nada más que la planta empieza a crecer.

Estas sustancias específicas del cannabis, junto con otros muchos productos químicos que produce la planta, forman parte de los metabolitos secundarios. Estos son compuestos orgánicos sintetizados por el organismo (en este caso, la planta) que no tienen un rol directo en su crecimiento o reproducción, pero sí intervienen en las interacciones entre el vegetal y su ambiente. Algo que, en un primer momento, podemos considerar prescindible, pero que si lo analizamos vemos que es una gran importancia.

Una barrera defensiva y atrayente al mismo tiempo

Ya estudiosos de la botánica como Swain, Levin o Cronquist determinaron que la mayoría de los metabolitos secundarios cumplen funciones de defensa. Principalmente están destinados a combatir agentes externos, actuando como pesticidas y antibióticos naturales para la planta. Sin embargo, no solo llevan a cabo estas tareas defensivas, sino que también son cruciales para establecer comunicación y ejercer efectos en otras plantas o animales, así como para atraer a otros organismos beneficiosos que les permiten protegerse de plagas o llevar a cabo la polinización o la dispersión de semillas, tareas tan necesarias para su supervivencia. De este modo, a pesar de no estar directamente relacionados con el crecimiento de las plantas, si cuentan con un papel relevante que les facilita su bienestar a lo largo de todo su ciclo de vida.

No solo quedan ahí sus posibles funcionalidades. Una investigación de la Universidad de Maryland determinó que el THC también actúa como protector de los efectos nocivos de la luz en el cannabis. Un exceso de rayos ultravioleta puede causar daños temporales o irreversibles al aparato fotosintético, al sistema de reproducción o a los procesos de división celular.

Para demostrar la importancia del THC en esta tarea, se llevó a cabo un estudio en el que se expusieron al sol plantas de cannabis con diversos índices de este compuesto y descubrieron que cuanta más presencia de la sustancia psicoactiva menor era la incidencia de la radiación solar en la planta. De este modo, el tetrahidrocannabinol se convertía en una pantalla protectora que cumple funciones similares a la pigmentación de la piel humana y mantiene a salvo a la planta de las excesivas radiaciones ultravioletas. 

Además, varias investigaciones realizadas a principios de los años 80 hallaron que en zonas con alta radiación ultravioleta las plantas con mayor cantidad de tetrahidrocannabinol se adaptaban mejor al medio. También otros experimentos realizados en 1987 demostraron que bajo condiciones de alta radiación el cannabis era capaz de producir más THC.

La formación del THC y su relación con la luz

Esta ventaja adaptativa tiene mucho que ver con la manera en la que se forma el THC. La sustancia psicoactiva es el resultado de un proceso de biosíntesis de varias fases que se lleva a cabo en las glándulas de la resina de la planta, llamadas tricomas. Primero la planta comienza creando dos compuestos: el ácido olivetólico y el pirofosfato, que se combinan para formar el CBGA (ácido cannabigerólico). El siguiente paso transformará esta sustancia en CBCA (ácido cannabicrómico) y en CBDA (ácido cannabidiólico) hasta finalmente dar lugar al THCA (ácido tetrahidrocannabinólico) durante las últimas semanas de vida de la planta de cannabis.

Esta sucesión de cambios hasta llegar al THCA se debe a la presencia de la luz. En el laboratorio se ha conseguido convertir CBD en THC exponiendo una solución de ácido de CBD a luz ultravioleta de 235-285 nanómetros durante 48 horas, según se aseguraba en estudios de 1981. Además, mientras que el CBD se descompone con rapidez en presencia de luz solar, el THCA permanece estable, siendo mucho mejor filtro de estas radiaciones.

Esta particularidad también ha podido llegar a condicionar el desarrollo de algunas variedades del cannabis. Así lo aseguran en un estudio publicado en 1994 en el ‘Journal of the International Hemp Association’, donde se afirma que la elevada radiación existente en los trópicos puede haber influido en la evolución de algunas variedades cannábicas. Incluso varios cultivadores han afirmado que no hay duda de que las variedades más potentes de cannabis vienen de regiones donde los rayos solares son más intensos, hasta tal punto que la fuerza y complejidad de los efectos de esas cepas están relacionadas casi directamente con los niveles de radiación ultravioleta a los que ha sido sometida la planta.

Finalmente, para conseguir esos efectos psicoactivos, el THCA acaba convirtiéndose en THC gracias a la eliminación del grupo ácido (COOH). Un proceso que se lleva a cabo a través de la descarboxilación, una reacción química que ocurre cuando la marihuana se expone a altas temperaturas.

En definitiva, la producción de cannabinoides y sus terpenos asociados a la planta está sujeta a influencias medioambientales pero también a condicionantes hereditarios. Una serie de factores que aún no cuentan con todas las investigaciones pertinentes. Si bien estos avances marcan la importancia de los cannabinoides en la función de supervivencia, sería muy arriesgado argumentar que esta es la única función que llevan a cabo dentro del complejo mecanismo vegetal del cannabis y otras plantas. En este sentido, es necesario continuar investigando y así seguir descubriendo las excelencias de la botánica de la marihuana.