Mitad culto religioso mitad contrabandistas de drogas, la Hermandad del Amor Eterno fue un grupo que llegó a controlar el mercado de LSD de Estados Unidos y a proveer al país de grandes cantidades de marihuana en los años en los que la paz y el amor eran los eslóganes más repetidos por la juventud. Esta es su lisérgica historia.

En aquel entonces, a finales de los años 60, la paz y el amor lo inundaban todo en EEUU. Tanto es así, que un grupo de delincuentes violentos dejó atrás su pasado para abrazar la unión fraternal y convertir la droga en su sacramento espiritual. Con el LSD como mantra vital, no tuvieron reparo en continuar con parte de sus negocios ilegales, en concreto con la venta y el contrabando de drogas. Así fue como The Brotherhood of Eternal Love (la Hermandad del Amor Eterno), inspirada por Timothy Leary, se convirtió en una de las mayores organizaciones de narcotráfico de todo el mundo.

La imagen que ahora tenemos de los narcotraficantes dista mucho de la de estos jóvenes que llenaron el país de ácido desde la costa oeste de Estados Unidos en los años 60. Allí, armados con sus tablas de surf y un ‘look’ y una retórica ‘hippies’, se hizo fuerte una de las organizaciones más grandes de contrabando de drogas a la que tuvieron que enfrentarse los servicios secretos. Desde el FBI hasta la Interpol, la Hermandad del Amor Eterno consiguió eludir todo tipo de controles y se convirtió en la principal fuente de suministros de LSD, hachís y marihuana de todo Estados Unidos hasta que una película llamó la atención de la DEA, la Administración para el Control de Drogas estadounidense, que acabó por detener a la mayor parte del grupo.

Todo comenzó a principios de los años 60, cuando John Griggs y su grupo de amigos, con los que llevaba alternando desde el instituto, dieron un giro total a sus vidas. Tras varios años cruzando cada vez más fronteras en el terreno de la ilegalidad hasta convertirse en delincuentes violentos y, en su mayoría, adictos a la heroína, una visita a Hollywood lo cambió todo. Durante su estancia en la zona robaron LSD —legal en ese momento, aunque ellos no lo supieran— a un productor de cine. Tras consumirlo, Griggs tuvo una epifanía y empezó a predicar entre ellos la necesidad de apartarse de otras drogas, de abrazar la no violencia y el amor universal. Y, por supuesto, de convertir el LSD en parte de su estilo de vida.

Lo que comenzó como una agrupación marginal con unos pocos miembros creció de forma exponencial. En 1965 ya contaba con más de cien personas en Laguna Beach, la ciudad ubicada en el condado de Orange, en California, donde estaban afincados. Contaban con rutinas muy ritualizadas, y Griggs era su máximo líder.

Las enseñanzas de Leary

El grupo seguía atentamente las ideas de Timothy Leary, psicólogo y entusiasta de la investigación y el uso de drogas psicodélicas que defendió abiertamente los beneficios terapéuticos y espirituales del LSD. De hecho, el también escritor, que se relacionaría estrechamente con la Hermandad, creía hasta tal punto en los beneficios de esta droga que sostenía que los criminales violentos podían ser tratados con ella para superar su agresividad y reformarse. Cuando trabajaba en la Universidad intentó probarlo con distintos experimentos, que provocaron su expulsión de la institución académica. La Hermandad, en cierta forma, parecía probar su teoría, ya que, aunque seguían cometiendo actos ilegales, habían dejado a un lado la violencia.

Timothy Leary, en el medio.

Griggs era un gran admirador de Leary y de su planteamiento. Por tanto, no parece casualidad que, apenas tres semanas después de que el famoso escritor diera un discurso en el que animaba a todos aquellos que le escuchaban a fundar cultos similares a su Liga del Descubrimiento Espiritual —con el LSD como su sacramento más sagrado—, este traficante iluminado y su grupo decidieran oficializar su asociación y convertirse en culto el 26 de octubre de 1966, adoptando el nombre de Hermandad del Amor Eterno. Solo unos días antes el LSD se había ilegalizado en California.

Cuando se fundaron formalmente, y siguiendo las leyes del estado, la Hermandad del Amor Eterno dejó constancia de que su objetivo era darle al mundo un mayor conocimiento de Dios a través de las enseñanzas de Cristo, Buda, Ramakrishna, Babaji, Paramahansa Yogananda, Mahatma Gandhi y “todos los profetas y apóstoles de Dios”. Sin embargo, no todo iba a ser conocimiento sobre lo elevado. El LSD, la marihuana y el hachís eran su forma de experimentar la espiritualidad.

Además de conseguir crear una red mundial de LSD, la agrupación desarrolló su propia marca de ácido, Orange Sunshine, y siguió aumentando cada vez más su contrabando. De hecho, sus conexiones eran tan grandes que sacaban de manera constante hachís de Afganistán en coches que importaban a los Estados Unidos. Su red también pasaba por México, de donde una vez se llevaron un cargamento enorme de marihuana con el objetivo de venderla en Maui (Hawái), pero con la que terminaron consumiendo y trapicheando en vez de hacer negocio. Precisamente Maui se convirtió en una de las sedes de parte del grupo y en el escenario de la película que tendría mucho que ver con su final.

Durante años se las ingeniaron para no ser capturados por ninguna agencia gubernamental: las propias tablas de surf que muchos de estos hippies empleaban servían como refugio de la droga, que también se transportaba en coches, furgonetas Volkswagen, barcos e incluso aviones.

Dos años después de la fundación oficial, Leary se trasladó a Laguna Beach, y la Hermandad lo convirtió, durante la época en la que convivieron —primero en Laguna y más tarde en Idyllwild—, en su profeta personal. Entre otras cosas, la Hermandad ayudó a Leary en su fallida campaña para gobernador. Pero mientras, seguían teniendo tiempo para la venta de drogas y para trabajar con el fin de ganarse el apodo que la revista 'Rolling Stone' les concedió cuando varios miembros del grupo fueron detenidos: la mafia ‘hippie’.

Sin embargo, la policía de la zona cada vez mostraba una mayor oposición a sus actividades. Tras la muerte de Griggs en 1969, y según el escritor de Nicholas Schou, autor de un libro sobre la Hermandad, todo se descontroló un poco. Algunos miembros dejaron de lado la parte más espiritual y se volcaron en la consecución de beneficios económicos, y la comunidad se fue disgregando hacia distintas localizaciones.

Declive en los 70

En los años 70, la Hermandad apuntó su nombre en otro pequeño renglón de la historia. A comienzos de la década, la agrupación pagó a la organización radical de izquierdas Weather Underground 25.000 dólares (unos 22.000 euros) para que ayudaran a Leary a llegar a Argelia, después de que este predicador del LSD y profeta para el grupo escapara de prisión, donde cumplía una condena de 5 años por posesión de marihuana.

Sin embargo, el final estaba cerca: 1972 sería el año negro para el grupo de seguidores del LSD. En ese momento, la organización se convirtió en el objetivo de una gran guerra contra las drogas encabezada por el presidente Nixon. En el mes de agosto, docenas de miembros eran arrestados en California, Oregon, Maui y Afganistán.

Schou cree que la película 'Rainbow Bridge', en la que aparecía el mismísimo Jimi Hendrix y en la que se podía ver a miembros de la organización metiendo droga en tablas de surf y consumiendo muy abiertamente cannabis y LSD, supuso la gota que colmó el vaso para la DEA, que decidió que la situación no podía continuar.

Cartel de la película Rainbow Bridge 

Sin embargo, la historia de la organización no termina ahí: la caza de consumidores y traficantes de LSD continuó durante muchos años, con periodos de tranquilidad para sus supuestos miembros. 20 años después, entre 1994 y 1996, hubo nuevas detenciones y el último arrestado, en 2009, tuvo que cumplir dos meses de cárcel.

Esta surrealista organización, mitad espiritual, mitad traficantes de droga, no ha desaparecido totalmente. En una colorista página web, varios de sus miembros reivindican el espíritu y la historia de este culto, especialmente su relación con el ácido, y en 2011 John Griggs, fundador de esta mafia ‘hippie’, entró a formar parte del Salón de la Fama de la Contracultura, un particular homenaje concedido por la revista ‘High Times’. Recuperada en los últimos años, la particular historia de esta organización parece sacada de una película hollywoodiense, el mismo lugar donde empezó. Sin embargo, es el reflejo de un momento histórico en el que la percepción social y el tráfico de drogas era tan diferente que ahora la existencia de este grupo parece pura ficción.