“La prohibición de las drogas se ha acabado. Secretamente, pienso que la prohibición fue una forma de decirle a la humanidad: instrúyete, esto es peligroso...”, dijo Antonio Escohotado durante la Conferencia Mundial de Ayahuasca celebrada el pasado mes de septiembre en Ibiza. Según el filósofo e historiador de las drogas, su tratado Historia general de las drogas, que data de los años 80, “era ya un libro post-prohibición”, igual que el famoso Pharmacotheon, de su amigo Jonathan Ott, con quien compartía mesa en el citado evento. ¿Están en lo cierto estos venerables drogófilos? ¿Está la legalización (o, mejor dicho, abolición de la prohibición) a la vuelta de la esquina o tal vez estamos confundiendo la realidad con el deseo? 

Muchas y muy diversas son las sustancias ilegales, alegales o tibiamente toleradas, como muy diversas son los grados de represión de los distintos países hacia ellas, pero son copiosas las señales que indican que, efectivamente, podemos estar asistiendo al principio del fin de “los 50 años de sinrazón” de que habla el investigador Juan Carlos Usó.

1. La guerra contra las drogas claudica en el país que la promovió

El presidente Richard Nixon declaró la infame “guerra contra las drogas” en 1973 y, paradójicamente, Estados Unidos es uno de los países punteros en la legalización de una de las tres plantas “malditas”: la marihuana (las otras dos eran la coca y el opio). Tal y como explica José Carlos Bouso en el último número de la Revista Ulises:

“En EE UU ya hay más de 22 estados que tienen legalizada la marihuana para usos terapéuticos, algo que no viola los Convenios, ya que en éstos se permite el uso médico de las drogas fiscalizadas. Pero ya hay al menos cuatro estados (Colorado, Washington, Alaska y Oregón -también Washington DC- y pronto vendrán Nueva York y California) que han legalizado también el uso recreativo, algo que choca frontalmente con las leyes más estrictas de los Convenios.”

2. La (mutante) opinión pública

La percepción de las drogas no es la misma hoy que era hace 30 años, en la década ominosa de la heroína, por ejemplo. El barómetro del CIS que pregunta cada mes sobre los problemas más preocupantes para los españoles muestra un desplome del porcentaje de encuestados que consideran la droga como un problema acuciante: del 49% en junio de 1988 al marginal 0,2% en 2014. Con mucho más motivo, el paro no ha dejado de ser la preocupación número 1 de los españoles durante este cuarto de siglo.

En el caso de las llamadas “drogas blandas”, el cambio es aún más llamativo. La legalización de la marihuana en algunos Estados de EE UU no hubiera sido posible sin un previo cambio en la opinión pública. Como se aprecia en la gráfica, 2013 fue el primer año desde que Gallup hace la pregunta en el que la mayoría de los encuestados se mostró a favor de la legalización de la marihuana.

3. La génesis y el asentamiento de la Red Profunda

La prohibición de las drogas se mantiene de facto, aunque de iure hace tiempo que fue clausurada. En países como España nunca fue demasiado difícil conseguir casi cualquier sustancia a casi cualquier hora del día, siempre que tuvieras dinero para pagarla. Ahora, gracias a iniciativas como Silk Road y sus inevitables herederos, esto es aplicable a todo el planeta. Según nos explica por correo el estudioso del fenómeno JC Ruiz Franco:

“La aparición, desarrollo, proliferación y buena salud, en general, de los mercados de drogas del Internet Profundo (“Deep Web”) me parece uno de los síntomas más claros de que la prohibición ha muerto ya de hecho. Poder comprar cómodamente las sustancias que quieras, sin moverte de casa, igual que si estuvieras comprando cualquier otro producto; y recibirlas unos días después en tu buzón, con la única incomodidad de tener que adquirir previamente bitcoins para hacer el pago, lo considero la puntilla final al ya agonizante prohibicionismo”.

4. El nuevo perfil del consumidor

En los feroces 80, el consumidor de drogas tipo era un yonqui (o bien un ama de casa hasta arriba de Optalidones, pero este es otro cantar), lo que explica la “alarma social” vinculada a todo lo que sonara a estupefacientes. En la actualidad, sin embargo, cualquier español menor de 60 años ha consumido o coqueteado con el hachís, la coca y las pastillas, o conoce a alguien que usa habitualmente estas sustancias y, como decía el anuncio de Tampax, no pasa nada.

Es más, la generación que ahora mismo detenta el poder en España -políticos, empresarios, jueces, periodistas, policías- ha convivido con la droga con una familiaridad sin aspavientos. Para ellos, la droga ya no es “esa lacra” que intimidaba a la generación anterior, sino un aspecto más de la poliédrica personalidad de los humanos.

5. El “pragmatismo liberal”

La inclusión de las drogas y la prostitución en el cálculo del PIB que ha decretado recientemente la UE es un prolegómeno para “sacar de las tinieblas” actividades que contribuyen el 4,5% de la economía española. Sacar de las tinieblas fiscales, por supuesto. Según explica JC Ruiz Franco:

“Todas las naciones irán adoptando las mismas medidas que EE UU, donde, frente al conservadurismo, al final acabará por imponerse el pragmatismo liberal que normalizará una actividad (el comercio y venta de cualquier droga, igual que hace cien años) cuyos impuestos permitirán sanear las arcas del Estado y cuya misma existencia, con el movimiento de dinero que conlleva, alejará el fantasma de la crisis. Sin embargo, en España, hasta que a los gobernantes no les quede más remedio que adherirse a la tendencia mundial, los ciudadanos de a pie que queramos tomarnos algo tendremos que andarnos con cuidado y seguir utilizando los viejos trucos o inventar otros nuevos para que no nos vacíen la cuenta del banco ¡Luego no digáis que no os he avisado!”

6. Uruguay

Del ejemplo uruguayo se ha hablado largo y tendido, porque su iniciativa para legalizar el cannabis y sus derivados ha puesto al pequeño país austral en el punto de mira de todo el planeta. A mitad de camino entre la apuesta personal del presidente Mújica y el desafío a la legislación prohibicionista internacional, “Uruguay ha dado el paso definitivo rompiendo la baraja de cartas marcadas por la JIFE [el órgano de fiscalización de las drogas que depende de la ONU]”, según escribe José Carlos Bouso en Ulises.

7. Marruecos debate la posibilidad de legalizar el cannabis

El cannabis es una de las primeras industrias de nuestro vecino del sur: se calcula que 90.000 familias viven del cultivo de la planta, un negocio que mueve 12.000 millones de dólares al año… y 38.000 toneladas de “chocolate”. Hace unos años hubiera sido impensable plantear siquiera la posibilidad de legalizar el cannabis y sin embargo…


Los partidos Istiqlal y Autenticidad y Modernidad (PAM) han presentado en el Parlamento de Marruecos dos proyectos de ley paralelos para exigir la legalización del cultivo de cannabis con fines terapéuticos e industriales y solicitar la amnistía para miles de agricultores que viven en semiclandestinidad en el norte del país, tal y como publicamos el pasado 10 de noviembre.

La propuesta no hubiera sido posible sin la reciente apertura hacia la planta que se está dando en el continente americano, lo que tal vez apunte a un efecto dominó, en el que la primera ficha en caer ha sido…

8. ...España, como Marruecos

Lo mismo que hemos dicho en el punto anterior sobre Marruecos es aplicable a España: tras los ejemplos de Uruguay, Colorado y California, Izquierda Unida puede atreverse a presentar una proposición para impulsar la despenalización del cannabis, un movimiento que, aunque esté condenado de antemano al fracaso por el rodillo del PP, demuestra que, como decía Bob Dylan, los tiempos están cambiando.

Pero no cantemos victoria aún: la nueva Ley de Seguridad Ciudadana aprobada el pasado año multiplica entre 50 y 100 veces la cuantía de las multas por consumo o tenencia de cannabis en lugares públicos. El Golem de la prohibición morirá matando.