Japón tiene una larga tradición ligada a la marihuana y que hoy vuelve a florecer con base en la cultura y los mitos heredados de sus ancestros. Junichi Takayasu decidió levantar un museo sobre su historia en la cultura nipona, cuya influencia va desde la ropa y las armas hasta los aspectos más espirituales de las primeras tribus de Japón. Pero lo que motivó a este entusiasta a investigar sobre el mundo nipón cannábico fue un libro que leyó de pequeño, donde se mostraba cómo los ninjas entrenaban saltando sobre las plantas de cannabis.

Kenji Nakagami, uno de los novelistas más populares del siglo XX en Japón, relataba en uno de sus libros que existe una vieja creencia en la zona que dice que si la gente saltaba una planta de cáñamo sin estar espiritualmente preparado moría, puesto que para saltar esta se precisaba del salto del ninja.

Junichi Takayasu conoció esta historia cuando tenía 3 años, leyendo un libro ilustrado que contaba esta historia de cómo entrenaban los ninjas saltando el cáñamo, puesto que crece muy rápido y cada día tenían que saltar más alto. Desde entonces la vida de Takayasu ya no es la misma, y su fascinación por la marihuana le llevó a hacer un museo sobre la relación histórica del pueblo japonés con esta.

"La mayoría de los japoneses ven el cannabis como una subcultura de Japón, pero están equivocados", cuenta Takayasu en una entrevista. "Ha estado en el corazón mismo de la cultura japonesa durante miles de años". No obstante, las leyes anticannabis de Japón son de las más estrictas del mundo y castigan la posesión, incluso en pequeñas cantidades, con penas de cinco años de cárcel. Esta nueva situación llegó de la mano de los estadounidenses en 1948 y tapó una cultura milenaria que mucha gente hoy desconoce.

Aun así, Takayasu se negó a bajar los brazos y abandonar su pasión. Hoy es uno de los principales expertos de cannabis en Japón y en el año 2001 inauguró el primer y único museo dedicado a la marihuana en el país. Con el, pretende dar a conocer la historia y la importancia de la planta en el pasado de una nación que lleva demasiado años dando la espalda a su herencia cultural cannábica.

"El cannabis era la sustancia más importante para la gente prehistórica en Japón", explica Takayasu. La primera evidencia de su uso se remonta al período de Jomon (10.000-200 a.C), de donde se han rescatado unos restos de cerámica que contienen semillas y restos de fibras tejidas con cáñamo. De hecho, los primero japoneses lo utilizaban sobre todo para hacer ropa, cuerdas de arco, hilos de pescar… con sus fibras.

En los siglos posteriores ha seguido desempeñando un papel clave, especialmente en la principal religión del país: el sintoísmo. De ella no hay escrituras ni dogmas, pero sí una rica mitología con unas prácticas muy arraigadas. Una de ellas era utilizar manojos de cannabis para bendecir a los creyentes y exorcizar los malos espíritus. Esta tradición ha sobrevivido hasta nuestros días y muchos de los elementos decorativos de los santuarios, como la decoración de los bastones de los sacerdotes, están elaborados con fibras de la planta.

Se cultivaba… pero ¿se fumaba?

Aunque los registros históricos no mencionan el consumo recreativo o medicinal, algunos historiadores han especulado con que fuese la sustancia utilizada por las clases menos pudientes. Mientras que el arroz (con el que se elabora la bebida alcohólica llamada sake) estaba monopolizado por las clases altas, el cultivo de cannabis estaba más extendido por todo el campesinado japonés, lo que hace pensar que aparte de utilizar la planta para fibras hiciesen un uso recreativo de los cogollos.

De hecho, las plantas de Japón presentan unos niveles bastante altos de THC. Según una encuesta publicada por Naciones Unidas en 1973, las muestras analizadas en la zona de Tochigi y Hokkaido registraban niveles de THC de 3,9 % y 3,4 %, respectivamente.

También siendo una cultura tan próxima a China es posible que contasen con los beneficios terapéuticos del cannabis en su medicina tradicional. Por ejemplo, a principios de siglo XX las farmacias japonesas disponían de fármacos a base de marihuana para curar el insomnio y aliviar el dolor. Pero todo este legado canábico desapareció con la Segunda Guerra Mundial, hito que marcó un antes y un después en su historia.

El ocaso de un legado ancestral

Hasta entonces, la planta se cultivaba en todo Japón, especialmente en Tohoku y Hokkaido, donde más referencias aparecen en la literatura. No solo en los cuentos infantiles sobre ninjas, sino también en el ‘Manyoshu’ (la colección más antigua de poemas del país), y en grabados de madera que datan del siglo XVII. Durante la Segunda Guerra Mundial, el cáñamo de estas regiones se utilizó con el fin de elaborar cuerdas y paracaídas para los ejércitos. Takayu cuenta que hay un dicho entre los militares que dice: “Sin el cannabis, la guerra no se habría podido librar”.

Sin embargo, con la derrota del país en 1945 y la tutela de Estados Unidos en los siguientes años, pasó a ser un material prohibido y la producción tradicional cayó en muchas regiones: el número de cultivos de marihuana en 1950 superaba la cifra de 25.000 y hoy apenas quedan 60 plantaciones. Varios expertos en cannabis apuntan a que la prohibición fue apoyada por los intereses petroquímicos de Estados Unidos en un intento de cerrar la industria japonesa de fibra, abriendo así el mercado a los materiales artificiales como el poliéster y el nailon, fabricados en suelo americano.

Takayasu teme por el futuro del cannabis en su país, ya que, hasta donde él sabe, solo queda una persona en todo Japón que conoce los métodos y ciclos de la elaboración textil con fibra de cáñamo; esta persona tiene 84 años. Frente a este peligro de extinción, Takayasu está movilizando a la sociedad japonesa para que conozcan su pasado y los cultivos que aún existen, organizando incluso talleres manuales para enseñar a las personas a tejer con estas fibras.

La sociedad japonesa tiene hoy una percepción negativa sobre el cannabis, impuesta por una postura ideológica arraigada en la mayoría de países a mitad del siglo XX. Por ello el trabajo de gente como Takayasu no solo tiene que ver con el reconocimiento del pasado, sino con el progreso del presente y con la construcción de una sociedad más justa, libre de prejuicios y estigmatizaciones hacia la marihuana.