Como las personas, las plantas de cannabis necesitan una dieta variada para crecer. Además de los macronutrientes, esta incluye los llamados micronutrientes u oligoelementos, una serie de elementos que, en pequeñas dosis, son fundamentales para que se desarrollen correctamente.

Para crecer, la marihuana necesita una serie de nutrientes esenciales sin los que no podría desarrollarse. En este sentido, suele recalcarse el papel de elementos como nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio y sulfuro, que los vegetales absorben en grandes cantidades y a los que se les conoce por esta razón como macronutrientes.

Sin embargo, la dieta del cannabis incluye otro amplio conjunto de elementos químicos indispensables para que las cosechas sean productivas y no se estropeen. Se trata de ingredientes que las plantas requieren en muy pequeñas concentraciones, algo que no les resta importancia: son esenciales para que crezcan saludable y vigorosamente. Forman parte de este grupo de micronutrientes u oligoelementos el hierro, el manganeso, el zinc, el boro, el cobre y el molibdeno.

Debido a su indispensable rol en el desarrollo vegetal, los cultivadores de marihuana necesitan conocer las propiedades de estos elementos, cuáles son las concentraciones ideales que deben estar presentes en el medio y las consecuencias que puede acarrear su presencia por exceso o por defecto en el sustrato.

Alimento en pequeñas dosis

En general, los fertilizantes comerciales suelen contener al menos tres de estos químicos: el hierro, el manganeso y el boro. El primero de ellos es especialmente importante para las plantas, pues lo necesitan para captar la luz solar a través de las hojas y actúa en ciertas reacciones químicas. Así, el hierro es un componente fundamental de la clorofila, el pigmento de color verde encargado de absorber la radiación para realizar la fotosíntesis.

Aunque suele estar presente en casi todos los tipos de suelos, la baja solubilidad de este elemento en el sustrato provocaría deficiencias en su absorción por las plantas, un problema que se conoce como clorosis férrica y se caracteriza por la aparición de colores amarillentos en las hojas que se extienden por toda su superficie. Además, factores como las bajas temperaturas, un exceso de agua, calcio, zinc, manganeso o fósforo, un pH elevado (por encima de 6,5) y la presencia de nematodos pueden agravar la situación.

No es muy común, pero la falta de hierro se da más a menudo en cultivos de interior y en plantas expuestas a condiciones estresantes, como una poda. Por eso, si el cultivador sabe que la cosecha va a sufrir por algún motivo, una buena forma de prevenir las deficiencias de este elemento es añadir un abono rico en hierro en el agua de riego. Para mantener unos niveles estables y corregir carencias, este elemento también se añade a los suelos en forma de quelatos, un tipo de compuesto que las raíces pueden tomar más fácilmente.

Por su parte, el manganeso es bastante más soluble que el hierro y se encarga de la producción de enzimas —los mensajeros químicos que actúan en multitud de reacciones vitales de las plantas— y de clorofila. Como consecuencia de su escasez en el sustrato, una situación bastante común en los cultivos de interior, los cloroplastos de las células vegetales, donde se realiza la fotosíntesis, adquieren una tonalidad amarillenta.

En este caso, la coloración anómala provocada por la carencia se observa en las venas de las hojas, sobre todo de las zonas altas. El problema puede verse empeorado por un bajo pH del sustrato, ya que esta condición impide que las raíces puedan absorber este elemento fundamental. La solución pasa por enriquecer el suelo utilizando un abono rico en manganeso durante la fase de crecimiento o en pequeñas cantidades al inicio de la etapa de floración.

Otro de estos micronutrientes esenciales para las plantas de marihuana es el boro, con un papel importante en diferentes procesos. Por un lado, este elemento participa en la creación y la estabilización de las paredes de las células vegetales y, por eso, está implicado en el desarrollo de las raíces y la formación de nuevos tallos y de las hojas. Por otro lado, este químico contribuye al transporte de los azúcares a través de la planta, facilita la absorción celular de agua y evita que el calcio quede bloqueado en el suelo en su forma insoluble.

Debido a su papel en el desarrollo de los vegetales, las carencias de boro se traducen en una ralentización del crecimiento de las plantas y las raíces, que tienden a hincharse y decolorarse, así como en una curvatura de los bordes de las hojas y en la aparición de brotes deformes. Estos problemas pueden producirse o empeorar debido a un suelo con un pH alto o donde se ha abusado del abono de crecimiento, de manera que el nitrógeno bloquea su absorción y lo deja inaccesible para las plantas.

Para devolver la salud a la cosecha, lo ideal es añadir un abono rico en este elemento. De esta manera, se evitarán posibles deficiencias de magnesio y potasio provocadas por su falta. Las plantas con un buen aporte de boro y un sustrato con un pH entre 5 y 7 gozarán de una buena asimilación de calcio y una mejor floración.

Un chute hormonal

También el zinc cumple funciones esenciales en el metabolismo celular, ya que participa, como el hierro y el manganeso, en la fabricación de clorofila y en la activación de fitohormonas como las auxinas, que actúan como reguladoras del crecimiento vegetal.

Las deficiencias en este elemento suelen darse en condiciones de frío, alta humedad, pH ácido o altas concentraciones de fosfato, y se manifiestan con la aparición de manchas amarillentas o clorosis en las hojas más jóvenes y con un alargamiento anormal de estas. Para solventar las carencias, es aconsejable realizar un lavado de las raíces, con el fin de paliar el efecto de otros elementos que pueden bloquear esta sustancia y usar abonos de rápida absorción.

Sin embargo, cuando el zinc se encuentra en exceso en el sustrato provoca altos niveles de toxicidad que generan carencias de hierro y la muerte de las plantas si no se toman medidas rápidamente. La solución pasa también por realizar un lavado de raíces y utilizar un rompedor de sales para limpiar el sustrato, además de usar un abono ligero con ambos nutrientes.

Hay que tener en cuenta, no obstante, que las plantas de marihuana necesitan muy poca cantidad tanto de cinc como de cobre y molibdeno, otros dos micronutrientes, de forma que los sustratos suelen contener concentraciones suficientes de manera natural. No es así en el caso de un cultivo hidropónico, donde habrá que controlar su concentración.

Potenciadores del crecimiento y escudos protectores

El molibdeno, por su parte, contribuye a la fijación del nitrógeno en las plantas. Se requiere muy poca cantidad y suele estar incluido en los ‘boosters’ o estimuladores para acelerar la floración, ya que ayuda a frenar el crecimiento. En realidad, es muy raro que se dé una carencia de molibdeno, aunque puede aparecer en cultivos donde no se controla adecuadamente el pH y el sustrato es demasiado ácido.

Podremos detectar esta deficiencia al observar que las hojas amarillean de manera similar a lo que ocurre cuando falta manganeso, pero en este caso se secarían por completo. Para solventar el problema, lo mejor es añadirlo en un abono rico en fósforo, pues este elemento favorece su absorción. Pero no hace falta que esperes: si lo usas en la etapa de floración, evitarás que aparezca.

Aunque el cobre tiene una función más modesta que la de otros micronutrientes, es esencial para las plantas. Forma parte de distintas enzimas y proteínas, su papel está relacionado con el sistema inmune de los vegetales y ayuda especialmente a la protección contra los hongos. Por eso, si no está presente en concentraciones suficientes, pueden proliferar algunos como el oídio o los del género Botrytis.

La carencia de cobre puede detectarse porque las plantas están marchitas, como si les faltara el agua; las hojas tomarán un color grisáceo oscuro y los brotes se secarán y caerán de la planta. Para atajar el problema, una buena opción es aplicar un espray foliar rico en este elemento, como ocurre con algunos fungicidas.

A pesar de que no suelen presentar problemas e, incluso, están ausentes en la mayoría de formulaciones de los abonos, no podemos olvidarnos de otros microelementos como el cobalto, esencial para la absorción de nitrógeno; el silicio, que forma parte de las paredes celulares; el níquel, que participa en la descomposición de nitrógeno y la absorción del hierro; el sodio, y el flúor.

Si bien todos los oligoelementos son necesarios en cantidades muy pequeñas y suelen estar presentes en muchos sustratos, su ausencia puede acarrear graves consecuencias para las plantas, por lo que es importante que los cultivadores sepan identificar posibles carencias y saber cómo solucionarlas.