Las políticas de drogas de este país centroeuropeo han sido elogiadas en el pasado como un “exitoso acercamiento liberal”. Durante la pasada sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York se volvió a poner como ejemplo. Sin embargo, una inconsistente actuación de la policía y los fiscales pueden llevar años de liderazgo al traste.

Las acciones de la agencia antidroga de la policía checa con la comunidad cannábica del país revelan una clara diferencia entre el discurso triunfalista y la dura realidad. Por ejemplo, las guías de Praga, una de las principales ciudades turísticas de Europa, explican que la capital del país es "pot-friendly". Es decir, un lugar seguro para los amantes de la marihuana. Y sin embargo, esto puede valer para los turistas pero no para quienes se dedican allí al sector. 

El primer síntoma de que algo estaba cambiando en la República Checa llegó en el verano de 2013, cuando la policía acusó a un periodista de “animar al consumo abusivo de drogas”. ¿Por qué la policía haría tal cosa? Simplemente porque el periodista hizo una broma acerca de una mejor inspiración tras fumar cannabis. El asunto no llegó a los tribunales porque el juez, dando muestras de sentido común, rehusó abrir diligencias ante tan sorprendente caso.

Unos meses después las comunidades cannábicas se vieron sorprendidas por lo que llamaron entonces como ‘Día Negro’. El 4 de noviembre de 2013, cientos de policías registraron varias docenas de ‘growshops’ repartidos por todo el país. El jefe de la policía antidroga decidió que la vaga frase “animar al consumo abusivo de drogas” presente en la legislación era suficiente para destruir negocios legales que llevaban abiertos cerca de 15 años. 

Este tipo de actitudes de las fuerzas del orden no son nuevas. Es famoso el caso de Harry Anslinger, el jefe de la oficina del Departamento del Tesoro de Estados Unidos para la lucha antidrogas durante más de 30 años y al que se le imputa ser el principal cruzado en la criminalización de la marihuana. Ayudado por la prensa sensacionalista, difamó sobre las consecuencias de consumir cannabis situando la opinión pública al lado de su estrecha manera de pensar. 

En la República Checa no se ha llegado a ese punto todavía. Los medios de comunicación, líderes de opinión y expertos en drogas condenaron los registros de la policía tildándolos de innecesarios, costosos, sin fundamento y hasta ilegales. Uno de los asesores del Estado para la política de drogas, el doctor Tomas Zabransky, contó entonces al periódico online Idnes.cz que “los ‘growshops’ venden equipamiento y semillas por toda Europa Occidental, Canadá y los Estados Unidos porque la democracia funciona así. Este tipo de actuación policial solo ayuda al mercado negro”.

Como consecuencia de los registros, varios empresarios del cannabis fueron juzgados y, para sorpresa de muchos, fueron declarados culpables. Los jueces escucharon la versión policial y consideraron que vender macetas, lámparas, papel de fumar o libros de recetas cannábicas bajo el mismo techo era un crimen. 

Nadie entró en prisión, sin embargo. Los propietarios se consideraron culpables para evitar la cárcel y vieron cómo sus negocios fueron expropiados. Unos cuantos valientes rehusaron hacerlo; uno de ellos, con el tiempo y recurriendo varias sentencias, acabó por ganar el juicio. La jueza del distrito de Praga Helena Chaloupkova criticó con dureza la actuación de la policía por “actuar de manera cobarde y sin consistencia” y mantuvo que “los propietarios no animaron al consumo vendiendo sus productos”. 

Pero la historia no acabó del todo. Hace unos días, en un movimiento sin precedentes, el fiscal general del Estado, Pavel Zeman, intervino en la causa. Pidió a los tribunales la reapertura del caso porque, en su opinión, los empresarios del cannabis sí que hacían apología del abuso de drogas. La intervención de Zeman estaba plagada de inconsitencias y propaganda antimarihuana más propias de la Edad Media que del siglo XXI.

El hostigamiento a las tiendas de semillas no es el único ejemplo de la radicalidad creciente ante la comunidad cannábica en la República Checa. En otoño de 2015 un grupo de agricultores de un pequeño pueblo al norte de Praga dedicados al cáñamo fueron detenidos y encarcelados. El incidente llegó a medios internacionales por absurdo: de manera arbitraria, kafkiana, un grupo de jóvenes policías decidió comprobar los campos de cáñamo, legalmente registrados como cáñamo, y obviamente no encontraron ni un solo gramo de THC.

Hace unas semanas, en la feria de cultura cannábica Konopex, que se celebra anualmente en la ciudad de Ostrava, la policía local decidió que los agricultores de cáñamo y productores de fibra de cáñamo eran un peligro público y destinó docenas de antidisturbios para garantizar la seguridad del evento y de la fiesta de cierre de la feria. Los registros a los participantes en el evento fueron constantes y las confiscaciones de plantas de cáñamo, de pipas o de ‘grinders’ estuvieron a la orden del día. Los productores legales de cáñamo, pese a presentar los permisos, vieron cómo sus plantas eran confiscadas, con el perjuicio evidente para su negocio. 

Y ante este giro de políticas acerca de la marihuana, ¿cuáles han sido los resultados? “En un primer momento el número de ‘growshops’ ha descendido, pero está volviendo a crecer”, afirma Robert Veverka, responsable de la web checa Legalize.cz y editor de Legalizace Magazine

Muchos empresarios han tenido que dividir sus negocios para evitar esa interpretación de la ley por la que la policía interviene los negocios. Así, en diferentes tiendas (es decir, de manera separada) se venden macetas, lámparas, papeles y pipas, libros de cultura cannábica y semillas. De esta manera consiguen evitar el resquicio legal por el que se actúa contra ellos. Pero esa estrategia ha encarecido los costes de producción y, mientras el sector se recupera, muchas personas han perdido sus empleos. Al mismo tiempo, los impuestos de los contribuyentes y recursos del Estado se han desperdiciado en una persecución sin fundamento. 

El índice de consumo de cannabis no ha bajado en la República Checa desde que comenzaron los registros. Lo que sí ha descendido y mucho ha sido el respeto de las autoridades por un sector y unos consumidores que se encuentran entre la espada y la pared de unas leyes liberales y una interpretación reaccionaria de estas. Y con ello el prestigio del Gobierno. Como ya advirtió el genio Albert Einstein a propósito de la Ley Seca en Estados Unidos: “Nada destruye más el respeto por el Gobierno y por la ley de un país que la aprobación de leyes que no pueden ponerse en ejecución”.