Las marihuanas campesinas – las que se cultivan masivamente, con métodos tradicionales, en extensas parcelas– tienen nueva reina: la yerba proletaria, conocida como 'Cominera', en honor a la aldea de idéntico nombre, donde se siembra, allá por las estribaciones del Macizo Colombiano, en la provincia del Cauca (Colombia). 

Hasta un 18% de THC, de medía, tienen los rojizos, compactos y picantes cogollos de esta Sativa sudamericana, cuyas gigantescas plantas – la mayoría sobrepasan los tres metros– absorben, en las plantaciones, las frías y ricas aguas que bajan de los glaciares del cercano Parque Nacional Natural Nevado de Huila.

El camino de la 'Cominera' hacia el cetro de realeza de las marihuanas rústicas, no fue fácil. Tuvo una infancia dura y complicada: se desarrolló en las laderas montañosas y herméticas que controla la guerrilla colombiana de las FARC. Áreas normalmente inaccesibles para los forasteros, donde históricamente los campesinos apenas sobrevivían con sus plantaciones de café, yuca o maíz.

Ahora plantando ganja, les va mucho mejor: su cultivo no es tan sensible a las devaluaciones y les permite una vida más estable. Fueron las pacientes y expertas manos de estos agricultores, las que, generación tras generación, dieron vida a esta reina de las marias agrestes. Lo hicieron con pericia, trabajo y paciencia, tomando variedades tradicionales colombianas como la alucinógena Punto Rojo o la Santa Marta Golden, cuyos cogollos no contenían más de un 1.5 % o 2% de THC y las cruzaron entre sí, con variedades venidas de Europa y Norteamérica. 


Un campesino de la localidad de la Cominera, cuidando de sus plantas. Cortesía de Luís Robayo. AFP.

¿El resultado? Una Sativa de gran producción, de flores compactas y rojizas, con cogollos pequeños y densos que encierran la fuerza geológica de las montañas del Macizo Colombiano y producen un intenso subidón cerebral, que te acercará a las fronteras de lo psicodélico y alucinógeno. Un colocón intenso y muy mental, solo para fumadores experimentados. Eso sí, al degustarla, notarás un sabor muy especial: picante y especiado que te hará pensar en las tórridas calles de Nueva Delhi a las tres de la tarde. 

Desgraciadamente, tienes difícil probar unas caladas de esta reina proletaria del THC. El contexto de ilegalidad, la distancia geográfica y el hermetismo de los territorios controlados por las FARC, dificulta la difusión de esta cepa por el mundo. Aunque, no todo son malas noticias, pues numerosos coffe shops de ciudades como Amsterdam tienen ya a una vecina suya en las estanterías: la mota 'Corinto', que se elabora en un pueblo cercano y a la que ya han catalogado como producto Premium.