El país sudamericano ha sido el primero en el mundo en legalizar la venta de cannabis en todo su territorio. La ley se aprobó en 2013, pero no ha sido hasta julio de este año cuando el cannabis se ha puesto a la venta en farmacias. Ya se han tramitado casi 7000 permisos para autocultivo y, desde que comenzara la venta en farmacias, se ha triplicado el número de usuarios registrados. A pesar de estos triunfos, aún hay trabas: su bajo precio y los obstáculos de los bancos hacen que sean pocos los lugares oficiales para la compra.

2017 ha sido un año de especial para Uruguay. La venta de cannabis legal ha llegado a sus farmacias. Sin duda, una gran noticia para los amantes de la planta en el país, que han esperado desde 2013 para adquirir cannabis cultivado y controlado por el propio Estado. Entonces, el 10 de diciembre de hace cuatro años, se aprobaba bajo el mandato del presidente José Mújica una ley pionera que regulaba su producción, comercialización y tenencia, así como sus usos recreativos, medicinales e industriales. De este modo, Uruguay se convertía en el primer país del mundo en dar luz verde a la planta de una forma tan amplia.

Sin embargo, la maquinaría que había que activar para que la marihuana llegara a todos y en las mejores condiciones supone una serie de condiciones que lleva tiempo implementar.

De los primeros en beneficiarse fueron los cultivadores para consumo propio. La legislación uruguaya permite que los ciudadanos y residentes en el país cultiven cannabis para autoabastecimiento. Esto implicaba que los cultivos domésticos podían tener 6 plantas y producir hasta 480 gramos anuales. Para ello, los interesados debían inscribirse en el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA) de forma sencilla: con su cédula de identidad uruguaya y su certificado de domicilio en el país. Hasta verano de 2017, la IRCCA había aprobado casi 7000 solicitudes de cultivo doméstico.

Aunque esta no es la única forma de abastecerse de cannabis en Uruguay. La ley también permitió la creación de clubes cannábicos, que debían contar con entre 15 y 45 socios y podían poseer hasta 99 plantas. Desde que se aprobara la ley hasta septiembre de 2016, hubo más de 100 consultas para clubes, y en verano de este año estaban funcionando unos 63. Esto se debe principalmente a sus altos costes fijos, que se sitúan en torno a los 18.000 dólares (unos 15.000 euros, según el cambio actual). 

Sin embargo, la entrada de las farmacias en la comercialización ha sido la confirmación de que el esquema del Gobierno para la implantación del cannabis funciona. Tras comenzar la venta en farmacias los usuarios registrados para conseguir cannabis medicinal se han triplicado, llegando a ser en la actualidad más de 15.000 personas, según los datos oficiales del IRCCA. Una muestra de que un público mucho más amplio, formado por consumidores ocasionales y clientes del mercado negro, se suma al mercado del cannabis legal.

“Lo más importante ha sido el cambio de paradigma", explica Gastón Rodríguez Lepera, accionista de Symbiosis, una de las dos empresas privadas que producen marihuana para el IRCCA. “Uruguay se decidió al final sin mucho apoyo internacional. Dijeron que no funcionaría. Pues mira, está funcionado”. Desde su compañía abastecen (junto con International Cannabis Corp, también habilitada por el Gobierno) a la veintena de farmacias que, por el momento, la comercializan.

Aunque, sin duda, la muestra de su éxito han sido las largas colas para adquirir cannabis en farmacias. Son muchos los consumidores que confían en la planta controlada por el gobierno. Un ejemplo es un joven llamado Luciano, que suele comprar en un farmacia de barrio de Montevideo: "En la calle, 25 gramos de marihuana te costarían 3000 pesos (unos 85 euros) por algo que probablemente lleve una alta cantidad de pesticidas, semillas y tallos. Pero aquí la misma cantidad te cuesta solo 30 dólares (unos 25 euros), con garantía de máxima calidad, y en paquetitos termosellados de cinco gramos", explica

Este precio se ajusta cada seis meses en función del Índice Medio de Salarios (IMS), el Índice de Precios al Consumo (IPC) y el valor del dólar. Además, cada persona en Uruguay puede comprar un máximo de 10 gramos por semana y hasta 40 gramos al mes. 

En un primer momento, se comercializaron dos variedades llamadas Alfa I y Beta I, ambas con un promedio de 2 % del componente psicoactivo tetrahidrocannabinol (THC). Ahora se han integrado dos más, la Alfa II y la Beta II. La primera mencionada, como la Alfa I, es una variedad Índica, y su efecto es principalmente físico para conseguir niveles de relajación y meditación. Por su parte, la Beta II, al igual que su predecesora, es una Sativa con una gran actividad cerebral. Estas nuevas variedades se dispensarán en paquetes verdes y no azules como las actuales.

Además, recientemente se ha sabido que el productor y distribuidor con licencia de extractos cannabinoides medicinales ICC Labs ha completado su primera cosecha con más de 4000 plantas. Estas serán la materia prima del aceite de CBD llamado Bidiol, que se distribuirá en el país en botellas de 30 mililitros (incluso, se piensa en exportarlas). Así ICC Labs pretende formar parte de la todavía incipiente nueva industria cannábica del país y prevé generar unos 200 nuevos puestos de trabajo con la ampliación de sus instalaciones.

Otras empresas que avalan el éxito del cannabis en Uruguay son aquellas extranjeras que han llegado al país para impulsar la industria. Es el caso de la española Positronic Seeds, con sede en Málaga, que actualmente es una de las que se encarga de diseñar las semillas distribuidas en el país sudamericano.

Todavía queda camino por recorrer

Aunque el éxito es evidente, aún existen cuestiones con las que lidiar. Uno de ellos es el abastecimiento: los primeros días de venta en farmacias las reservas de cannabis se agotaron. A esto se une la difícil tarea de garantizar la distribución en todo el país, algo que provoca grandes colas ante los dispensarios, ya que el cannabis solo se vende en farmacias de 11 de los 19 departamentos que forman el país. Por ejemplo, en Montevideo, donde se concentra más de la mitad de los 3,4 millones de habitantes de Uruguay, solo hay 4 farmacias autorizadas para su venta. 

La mayoría de los farmacéuticos se opusieron a ser proveedores oficiales. Más allá de estar a favor o en contra de la planta, las razones se encuentran en el bajo precio del producto y los escasos márgenes de beneficio que les dejaba. A esto se une la reticencia de los bancos para financiarlos. Incluso hay boticarios que aseguran que las entidades han amenazado con cerrar sus cuentas a todo aquel que venda marihuana en Montevideo.

Junto a las negativas de los bancos, recientemente ha habido que lidiar con problemas en la calidad de la planta. A comienzos de noviembre el IRCCA suspendió la venta de cannabis tras llevar a cabo sus estrictos controles de calidad y calificar como defectuosas algunas remesas que iban a venderse en las siguientes semanas. “Como este fue el primer cultivo de invierno (época con alto riesgo de plagas y hongos), hay una serie de detalles que se estaban terminando de ajustar”, se disculparon desde el Gobierno uruguayo en comunicado oficial y aseguraron que la venta en perfectas condiciones pronto volvería a retomarse, como así fue.

Así, el cannabis en Uruguay se asienta con éxito, aunque con algún que otro escollo por solventar. Por su parte, el gobierno de Tabaré Vázquez (mucho menos aperturista que el de Mujica) no ha mostrado un gran entusiasmo con la aplicación de esta ley. Sin embargo, el camino avanza en pro de la legalización gracias al apoyo popular.