Lazarat era un pueblo poco o nada conocido hasta hace unos días, cuando saltó a la fama por resistir hasta las últimas consecuencias la presión de las fuerzas de seguridad. Cualquier cosa con tal de defender sus inmensas plantaciones de cannabis, de las que vive la mayor parte de su población.  

Lazarat es un pequeño pueblo situado al sur de Tirana, la capital de Albania, a ocho kilómetros de la frontera con Grecia. Poco más de 5.000 personas le dan vida, y es especialmente conocido por su producción de cannabis, aunque solo desde hace unos días.

La localidad dispone de una plantación de casi 60 hectáreas, en la que pueden crecer más de 300.000 plantas de marihuana de hasta tres metros de altura cada una.

Sus habitantes, y la mano de obra extranjera, llegan a producir hasta 900 toneladas de cannabis al año por valor de unos 3.600 millones de euros, lo que supondría una gran suma de dinero para cada aldeano del pueblo. Un lugar donde el 90% de la población se dedica al cuidado de la marihuana, y donde la hierba cuesta la décima parte de lo que vale en lugares como Ámsterdam.

Algunos han definido el pueblo como 'la Meca' de la marihuana, la verdadera Ámsterdam o la capital europea del cannabis. Sin embargo, muy pocos han escuchado hablar de este lugar. Especialmente porque, a lo largo de los años, sus vecinos han logrado con éxito custodiarlo y mantenerlo cerrado a policías y medios de comunicación. ¿El objetivo? Conservar su principal medio de vida: la producción de cannabis - ilegal en el país- , que tiene lugar entre los meses de mayo y septiembre de cada año.

De hecho, hasta hace un año, la historia de Lazarat no era más que una leyenda que se hizo real cuando dos jóvenes turistas consiguieron entrar en el territorio y describir su experiencia, además de grabar un vídeo. Los testigos comentan que pudieron ver las extensiones de terreno cultivadas, a los habitantes regalando y vendiendo marihuana, y hasta a niños pequeños caminando entre las plantaciones de camino al colegio.

Todos contra Lazarat

En Lazarat, un kilo de marihuana se puede comprar “al por mayor” a un precio de aproximadamente 350 euros. Pero si lo que quieres es hacer negocio, los aldeanos te dejan el producto entre 500 y 800 euros, sobre todo si pretendes sacarlo del país.

La oposición política de Albania a la situación del pueblo cannábico es clara. Esto a pesar de que el país es consciente de que Lazarat ayuda a combatir la mala situación económica, agravada por la crisis de sus países vecinos: Grecia e Italia. La inestabilidad de estas naciones fomenta que circule el cannabis entre las fronteras, y ha permitido la llegada al lugar de peregrinos llamados por el cannábis, que se comprometen a ser lo más discretos posible durante su estancia.

En cualquier caso, la policía albanesa – ayudada por la vecina italiana - trata de impedir cualquier acción relacionada con el cannabis entre Lazarat y los pueblos y provincias colindantes.

El nivel de presión es tan alto que, cada año, cuando comienza la temporada de cultivo y llegan inmigrantes desde fuera de las fronteras para trabajar en Lazarat, son arrestados – al menos durante un tiempo -, y cacheados para comprobar si transportan marihuana.

 

Es por eso que el movimiento activista de Albania se hace fuerte para exigir al país un estatuto especial que legalice la producción y venta de marihuana, al menos en el pueblo. La demanda ha sido rechazada de forma continua por las élites políticas, pero los ciudadanos defienden con uñas y dientes sus cultivos y no permiten que las fuerzas de seguridad traspasen el territorio. Cuando lo hacen, la respuesta es inmediata.

Hace dos años, en 2012, equipos antidisturbios y francotiradores impulsaron una acción especial con el objetivo de entrar en Lazarat y detener a los supuestos líderes del narcotráfico europeo. Algunos han descrito la situación como un feroz tiroteo que podría asemejarse a una “guerra de verdad”. Literalmente.

Sin embargo, la operación fracasó por la oposición de todo un pueblo, que luchó contra los agentes desde el mismo momento en que la policía comenzó a talar las plantas. Todas las crónicas locales describen el mismo instante: aquel en que una anciana de 70 años se aferra a una ametralladora para defender su cultivo. Por escenas como esta, han sido muy pocas las ocasiones en que las autoridades han tratado de acceder al protegido enclave cannábico.

La última resistencia

Sin embargo, la historia ha vuelto a repetirse hace bien poco. Durante cinco días, el pueblo albanés de Lazarat ha resistido al empuje de la policía para defender el espacio donde muchos de sus ciudadanos producen marihuana y hachís con los que durante años ha abastecido a muchos países europeos.

Finalmente, tras una operación en la que han participado 800 agentes de policía – incluidos los destinados a operaciones especiales -, el pueblo rebelde ha tenido que ceder a la presión de las fuerzas de seguridad, cuyo único objetivo era deshacerse de las plantaciones. Lo ha hecho después de defender una vez más sus propiedades hasta las últimas consecuencias. Con granadas, cohetes, morteros y ametralladoras pesadas.

Al parecer, se han destruido más de 80.000 plantas de cannabis. Según fuentes oficiales, a esta cantidad habría que sumarle la producción de marihuana acumulada del año pasado, que los ciudadanos del pueblo habrían hecho desaparecer antes de que las fuerzas del orden lograran dominar el territorio.

De acuerdo a las primeras informaciones, las pérdidas pueden suponer casi la mitad de los ingresos de PIB de un país que no supera los tres millones de habitantes.

 

De momento, han sido detenidos algunos de los considerados responsables de la resistencia, y la policía registra más de 200 hogares en busca de otras personas implicadas. Parece que esta operación no es más que una medida política, cuyo objetivo es que Albania pueda recibir el estatus de país candidato a la Unión Europea la próxima semana. En esta ocasión, parece que el Estado ha ganado la batalla.

De momento, el futuro de Lazarat, el mayor productor de marihuana de Europa, es difuso. Pero parece seguro que sus aldeanos seguirán luchando y defendiendo sus terrenos cueste lo que cueste, sin importar las batallas que se avecinen.