La película documental que acaba de estrenar Netflix se sumerge en la historia de los psicodélicos y celebra su impacto cultural, mientras reflexiona sobre su poderoso papel en el tratamiento de la salud mental, especialmente en los últimos años.

La primera experiencia psiquedélica de Sting sucedió en una granja inglesa, cuando era adolescente. El joven Sting se había comido unos botones de peyote cuando un vecino le pidió que le ayudara en el parto de una vaca, que se había complicado y amenazaba la vida de la gestante. En pleno subidón de peyote, la vaca logró parir y Sting tuvo una epifanía entre riadas de sangre y líquido amniótico multicolores. «Fue como si el universo entero se abriera. Era como el sentido de la vida», explica el futuro líder de The Police en el documental ‘Have a good trip!’, que acaba de estrenar Netflix.

Have a good trip!’ es un documental sobre viajes psiquedélicos, con testimonios divertidísimos y una producción de lujo: cada anécdota está ilustrada con dibujos animados (¡cómo si no!), que recrean el ‘trip’ narrado por sus protagonistas. Pero, sobre todo, la película dirigida por Donick Cary, es una “salida del armario” psiquedélica en toda regla de unos cuantos famosos: desde la difunta Carrie Fisher (la princesa Leia de ‘Star Wars’) hasta Ben Stiller, pasando por “puretas” como el cantante Donovan o el gurú Deepak Chopra, que, como el ajo, consigue estar en todas las salsas.

El documental de Netflix supone, por tanto, un acto político: todas estas celebridades no solo sobrevivieron a sus locos viajes con LSD, DMT, peyote, ayahuasca o setas mágicas sino que disfrutaron de lo lindo y consiguieron llevar una vida rica, profunda y exitosa, lejos del cliché del “colgado” de tripi que ha difundido machaconamente la propaganda prohibicionista.

El maestro de ceremonias que conduce el show es un científico, interpretado por Nick Offerman, que parodia las campañas anti-droga de los años 60 y 70 pero que, en lugar de reconvertir a la audiencia, instruye y anima al consumo responsable de las drogas psiquedélicas. La contrapartida son unos anuncios, también paródicos, ambientados en los años 80 en los que todas las aventuras lisérgicas acaban, inevitablemente, en un ‘bad trip’.

El profesor chiflado, explicando las diferencias entre drogas.

No es fácil decidir cuál es la aventura más loca de las decenas que cuenta la película, pero nos quedamos con la que recuerda el actor Paul Scheer durante su primer viaje a Amsterdam. El cómico neoyorquino se había comido unas setas alucinógenas y, con las mismas, se fue a visitar el Museo Van Gogh. Es decir, hizo dos actividades casi obligatorias para cualquier turista en Amsterdam… pero las hizo a la vez, con el resultado previsto: se metió dentro de los cuadros de Van Gogh.

Tampoco le va a la zaga el ‘bad trip’ de Adam Horovitz, quien fuera miembro de los Bestie Boys, al que le sube el ácido en un descapotable en el desierto de Nevada, acompañado de tres groupies, al mejor estilo Hunter S. Thompson. El descapotable se queda tirado en mitad de la nada y aparecen tres furgonetas llenas de fornidos mexicanos que se llevan al cantante y se quedan “custodiando” a las jamonas… El final de la historia, en ‘Have a good trip!’

Ya puedes ver ‘Have a good trip!’ en Netflix.