La historia de la legalización del cannabis siempre ha estado ligada a la historia de Estados Unidos, un país que desde su concepción supo ver los beneficios de esta planta. Es una amarga ironía que también fuera el país que la prohibiera -Marijuana Tax Act, 1937-, cuando hasta entonces había sido un pacífico fármaco vegetal con aplicaciones para mútiples usos y presente en la farmacopea básica de todas o casi todas las civilizaciones antiguas. 

"Hay 100.000 fumadores de marihuana en los Estados Unidos, y la mayoría son negros, hispanos, filipinos y artistas. Su música satánica, el jazz y el swing, es el resultado del uso de la marihuana. La marihuana provoca que las mujeres blancas busquen tener relaciones sexuales con negros, artistas y con cualquiera", Harry Anslinger. Comisionado de Estupefacientes de los Estados Unidos. Acta de grabación a la marihuana, firmada el 2 de agosto de 1937

La condena del cannabis se debió a una combinación del puritanismo original de buena parte de la sociedad norteamericana con el racismo y la xenofobia que generó en el país -y sobre todo en sus gobernantes- la inmigración mexicana masiva de aquellos años (la marihuana era el vehículo de ebriedad ancestral en México).

El uso recreativo del cannabis no era evidente en los Estados Unidos hasta la primera década del siglo XX. Entró por las fronteras mexicanas, cuando los trabajadores emigrantes trajeron consigo sus cigarrillos de marihuana. El cannabis se había usado en el resto del continente durante muchos años. Y con el inicio de la prohibición del alcohol, su popularidad sufrió un boom y por la década de 1930 empezaron a surgir cientos de bares de hash sólo en Nueva York.

Durante este período, se realizaron algunos esfuerzos a prohibir el uso recreativo de la marihuana en varios estados. Pero no fue hasta 1937 que esta Ley del Impuesto sobre la Marihuana frustró definitivamente el consumo de cannabis para las generaciones futuras del país.

Pero Estados Unidos estaba relacionado con el cannabis desde su nacimiento. De hecho, la propia Constitución de los Estados Unidos (1787) está escrita sobre papel de cáñamo. De sus padres fundadores -John Adams, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison y Geroge Washington- varios de ellos basaban su patrimonio en las plantaciones de cannabis.

Hasta Benjamin Franklin fue dueño de una fábrica que hacía papel de cáñamo. Y dejaron un claro testimonio escrito sobre su opinión respecto al derecho inalienable del individuo para gobernar su cuerpo y su mente.

En su Historia General de las Drogas (Espasa, 1998), el escritor Antonio Escohotado cita estas palabras de Jefferson:

"No parece suficientemente erradicada la pretensión de que las operaciones de la mente, así como los actos del cuerpo, están sujetos a la coacción de las leyes. Nuestros gobernantes no tienen autoridad sobre esos derechos naturales, salvo que se los hayamos cedido [...]"

Por otro lado, el Diario de George Washington, primer presidente de los Estados Unidos, demuestra que no sólo plantaban cannabis para la obtención de fibras textiles:

"He comenzado a separar las plantas macho de las hembras en la hondonada pantanosa, quizá demasiado tarde" (Washington, en Escohotado, Ibíd.).

Si separaba los machos de las hembras, no cabe duda de que su propósito era obtener marihuana sin semilla, mucho más valiosa como droga que la que ya está polinizada. Debía de estar muy extendido el hábito de fumar marihuana, ya que en Virginia era la principal mercancía junto con el tabaco.

George Washington sabía que el cáñamo, a diferencia de otros cultivos, podría crecer en casi todas partes, incluso en las zonas de otro modo no productivas, y, obviamente, tenía un sentido del negocio muy agudo. La carta, custodiada en la Biblioteca del Congreso, muestra que Washington también quería el cultivo de marihuana como una manera de ayudar al ciudadano de la entonces recién formada nación.

Fue escrita por George Washington a Alexander Hamilton el 14 de octubre de 1791. Alexander Hamilton en ese momento era Secretario de Hacienda y, como tal, una figura muy importante en el gobierno de Estados Unidos en su época. Por lo tanto ésta carta tiene un significado muy importante para la nación estadounidense y en ella, básicamente, George Washington se convierte en adalid de las ventajas que se derivarían para su país de la producción de artículos de cáñamo, alentando el cultivo de la planta en todas las partes de los Estados Unidos. 

Nacidos sobre papel de cáñamo y marcados por una relación amor-odio con la planta de cannabis, los Estados Unidos de América parecen hoy en día empezar a cerrar el círculo. Varios estados han despenalizado ya la marihuana, y el propio gobierno federal está dando pasos claros en ese sentido. La prohibición tiene los días contados.

¡Brindemos y fumemos por ellos!