La experiencia nos dice que toda precaución es poca a la hora de cuidar nuestras plantas de cannabis, porque el más mínimo descuido puede dar al traste con su desarrollo. Por esta razón no solo tendremos que controlar aquellos elementos que dependen de nosotros, sino evitar aquellos otros que escapan de nuestro control. Porque, lo creas o no, una farola o el letrero luminoso del bar más cercano pueden convertirse en tu peor enemigo… 

Seguro que a alguno de vosotros, sobre todo en los inicios como cannabicultores urbanos, os ha ocurrido: con la cosecha a la vuelta de la esquina, de repente un día descubres que las plantas de tu jardín que estaban creciendo en exterior no echan cogollos adecuadamente. Algo debía fallar y la situación no pintaba nada bien, pues las cepas se espigaban, los pelos se tornaban marrones pero los frutos de la planta no engordaban, sino que aparecían multitud de pistilos y tricomas diminutos. ¿En qué punto hemos metido la pata?

Repasemos mentalmente todo el proceso para ver dónde podemos haberla pifiado. Hemos regado bien; hemos alimentado a las ‘pequeñas’ con los nutrientes recomendados; en caso de ser necesario hemos trasplantado de un tiesto a otro sin ningún contratiempo… Pero ¿qué fue de los ciclos de luz? Desde luego, al estar en exterior y en la época más idónea del año, cuando el verano se aproxima las plantas han recibido 12 horas de luz. Eso no podría ser, ¿no? Por descabellado que parezca, si no cogollan bien la explicación puede estar en que no solo recibieron las horas de luz necesarias... sino algunas más. 

Si ahora mismo, por azares del destino, te encuentras en esta misma situación, solo tendrás que hacer lo que hicieron todos tus colegas novatos en esa misma situación: repasar aquello que hay en el perímetro cercano al balcón o la ventana donde tienes tu cultivo. ¿Qué ves? ¿Alguna farola? ¿El cartel luminoso de algún establecimiento cercano? Mantén la calma y respira hondo. Sí, ahí está el culpable.

Si alguno de esos elementos lumínicos estaba incidiendo en tus plantas, por leve que fuera el contacto de su luz con las hojas, esto habría provocado que los ciclos de luz se hubieran aumentado y en lugar de las horas necesarias que necesita de luz natural, las plantas de tu jardín habrían recibido más teniendo unas nefastas consecuencias en su desarrollo.

De los errores se aprende

Que no cunda el pánico: veamos el lado positivo de la situación. Al igual que todos los ‘growers’ que antes tuvieron que enfrentarse a ese escenario, tan solo tendrás que tomar las medidas necesarias para que no se vuelva a repetir. Con solo un poco más de dedicación, ya verás lo sencillo que resulta esquivar el daño que una farola o cualquier otra fuente de luz que haya en la calle pueden hacer a tus plantas.

Son distintos los trucos que los más experimentados cannabicultores dan a aquellos que empiezan en este fascinante mundo para cubrir su cultivo exterior y así evitar que las plantas reciban más luz de la necesaria. Una de ellas es utilizar una o varias mantas. Lo primero que tendremos que hacer será cerciorarnos de que esa tela impide que la luz la traspase. Una vez que hayamos comprobado este factor, de vital importancia, tendremos que pensar la forma más adecuada de colocarla. Por ejemplo, si nuestras plantas están en un balcón, una buena solución será colgar la manta cada noche del techo y así impedir que la luz de la maldita farola acabe con nuestra cosecha. 

Otro de los elementos que podremos utilizar para asegurar que nada ni nadie ilumina las plantas de nuestro jardín será una caja de cartón. Para evitar echarnos las manos a la cabeza en el futuro, aconsejamos comprobar que el foco de luz no traspasa el material; lo podemos hacer con alguna lámpara o linterna que tengamos a mano (sin ir más lejos, la que viene instalada por defecto en nuestro teléfono móvil). Una vez que tengamos esto claro, el otro factor importante será no encerrar las plantas, sino dejar una parte de la caja sin nada para que tengan la ventilación adecuada. 

Y ya nos decantemos por la manta o por la caja cartón con tres paredes, nuestro sistema tendrá que estar diseñado para que de forma sencilla podamos retirarlo por la mañana, con el fin de que la luz del sol bañe a nuestras ‘pequeñas’.

¿Hay que temer a la Luna?

Con los problemas que pueden causarnos las farolas y carteles luminosos cercanos al lugar donde tengamos nuestro cultivo en exterior, es normal que muchos acaben por preguntarse si también la luz de la luna puede jugarnos una mala pasada. Por esto no hay motivos para preocuparse. La luz que emite este satélite no afectará a las plantas de cannabis que tengamos en el balcón o en la terraza, que con el paso de los siglos se han acabado por adaptar al destello que emite. Tanto es así que incluso el calendario lunar acaba por regular los ciclos de crecimiento.

Debes tener en cuenta que si te decantas por variedades autoflorecientes no tendrás estos problemas, ya que a ellas poco le importa tener ciclos de luz de 20 o 22 horas. Pero si te decantas por una semilla feminizada y vives en una gran ciudad, tendrás que tomar precauciones para que los elementos que contribuyen a la contaminación lumínica, no acaben incidiendo en el crecimiento de tus plantas y te arruinen tu cosecha.