Se trata de un tema muy controvertido, que muchos investigadores han analizado a lo largo de las últimas décadas. Ahora, a medida que avanza la legalización en todo el mundo, los hay que tratan de frenarla argumentando que quienes no desean consumir podrán sentir los efectos psicoactivos si se encuentran junto a alguien que sí consume. ¿Llevan razón? Los últimos estudios al respecto demuestran que, pese a que los niveles de THC cada vez son mayores, este cannabinoide no impregna el aire y, por lo tanto, no puede colocar a los fumadores pasivos.

Por regla general, siempre hay alguien con ganas de incordiar. Por esto mismo, suele ocurrir que, cuando estamos en algún lugar cerrado, compartiendo un poco de cannabis con los amigos, aparezca algún cascarrabias para quejarse de que, sin su consentimiento, puede acabar colocado por estar en la misma habitación. Seguro que todos los consumidores de cannabis han vivido una escena así, ya sea fumando en interior o en exterior. Es una de las principales excusas que utilizan los detractores de la marihuana para impedir su legalización y su consumo libre: que también les perjudica a ellos por ser fumadores pasivos. Y la ciencia no les da la razón.

Esta cuestión no es para nada novedosa. La controversia surgió varias décadas atrás: la primera investigación es de 1985, cuando un grupo de investigadores puso a cinco voluntarios no fumadores en un coche pequeño, con otros cinco voluntarios que fumaban marihuana, mientras las ventanas y las puertas se encontraban totalmente cerradas. Lo que habitualmente se conoce como submarinos o ‘hot-boxing’. Pues bien, gracias a este experimento se comprobó que solo una pequeña cantidad de tetrahidrocannabinol, el principal componente psicoactivo del cannabis, podría detectarse en la sangre y la orina de aquellos participantes no fumadores.

Es decir, si después de salir del coche eran sometidos a un control, no existía el más mínimo riesgo de que los fumadores pasivos dieran positivo. Tras este primer estudio vinieron otros muchos con el mismo propósito, y todos ellos llegaron a las mismas conclusiones. Sin embargo, a medida que este argumento perdía su validez, quienes lo defendían inventaban nuevas formas de mantener su posición en contra de la planta. Su siguiente artimaña fue recurrir al incremento en la potencia del cannabis: los niveles de THC han pasado de entre un 2 y un 5 % a finales de los años 80 a alcanzar hasta un 20 % en ciertas genéticas del siglo XXI.

Resultados probados

Treinta años después de aquel primer estudio, un grupo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore realizó un nuevo experimento que trajo consigo resultados ligeramente distintos. En esta ocasión, unieron en diferentes ambientes a seis fumadores y a seis no consumidores, con 10 variedades diferentes de marihuana de muy alta potencia en una sala sin ventilación alguna, donde los consumidores tomaron cannabis durante una hora. Una vez acabada esta primera fase de la prueba se realizaron los análisis oportunos a los fumadores pasivos y comprobaron que sentían los efectos propios de esas variedades, tanto felicidad como cansancio. Además, durante las siguientes 22 horas dieron positivo por THC en los controles de sangre y orina a los que fueron sometidos.

No obstante, los responsables del estudio explicaron que eso no significaba nada y que las personas que estuvieran junto a los fumadores de cannabis no tenían por qué sentir los efectos del THC. Es más, apuntaban que solo en condiciones extremas, cuando no existe ventilación alguna en la estancia, el fumador pasivo correría el riesgo de colocarse. A esta afirmación se unen los resultados de otros estudios que han corroborado que la mayor parte del tetrahidrocannabinol consumido por los fumadores de cannabis acaba desembocando en su torrente sanguíneo antes de expulsar el humo, por lo que no quedan restos de este cannabinoide en el aire de la habitación.

Por lo tanto, ¿daría positivo en un control?

Es en este punto en el que los fumadores pasivos en contra de la legalización del cannabis ven caer su argumento, puesto que, como comprobaron los investigadores de la Universidad John Hopkins, es bastante improbable que alguien que no consuma directamente cannabis pueda dar positivo en un control. Poco importaba que las variedades de marihuana fueran muy potentes o que la ventilación de la habitación fuera inexistente, ya que el estudio descubrió que la cantidad de THC no sobrepasaría los límites establecidos.

No es solo uno, sino que son varios los estudios que han demostrado que las pruebas pueden encontrar niveles de cannabinoides, bajos pero detectables, en la orina de una persona presente en una habitación cerrada en la que se fuma cannabis. Eso sí, siempre por debajo de los umbrales que establecen los laboratorios y las autoridades para demostrar el consumo de marihuana.

Y en cuanto a la salud de los fumadores pasivos, sí se ve afectada. Pero, en este caso, como demostró un estudio de 2016 con ratones, los efectos nocivos no tienen que ver tanto con la marihuana sino con quemar material vegetal. El biólogo y profesor Matthew Springer, de la unidad de cardiología de la Universidad de California en San Francisco, explica que lo realmente pernicioso para la salud humana son las sustancias químicas como el monóxido de carbono y el formaldehído, que se producen al quemar todos los materiales de las plantas, independientemente de si se trata de un canuto, de un cigarro de tabaco o de hojas de un árbol. 

Por todo ello, el argumento no sería válido en contra de la marihuana, sino en contra de cualquier humo. Así, aquellos que se oponen a que la legalización del cannabis avance de la forma en que lo está haciendo se han quedado sin motivos de peso para oponerse al nuevo escenario que se avecina. Veremos qué inventan ahora.