Una secuencia de letras y números: CYP2C9. En este gen se encuentra gran parte de la receta por la que toleramos mejor o peor el tetrahidrocannabinol y nos permite saber durante cuánto tiempo daríamos positivo en un test de sustancias. Sin embargo, no es el único. Las modificaciones en algunos genes explican nuestra aceptación a la planta o si afecta a la toma de decisiones. Pidiendo una cada vez más barata secuencia completa de nuestro genoma podríamos consumir cannabis con información fiable sobre nuestro cuerpo.

El cannabis tiene unos efectos terapéuticos y estimulantes que son del agrado de millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, en algunas el efecto psicoactivo es muy potente, demasiado para lo que soporta su cuerpo. Otras, por su parte, mantienen restos de cannabinoides en su cuerpo durante muchos días, lo que supone un quebradero de cabeza en pruebas de conducción o en revisiones médicas. Cada persona es un mundo, y para saber por qué y cómo nos afecta la planta de cannabis hemos de acudir a allí donde todo o casi todo está escrito: nuestro material genético.

Los investigadores estudian desde 2005 la relación entre ADN y cannabis para averiguar por qué a cada persona le atañe de forma diferente. Este primer estudio se hizo en placas de Petri (recipientes redondos y de baja altura utilizados en laboratorios), y en 2009 ya se experimentó con 43 voluntarios, a los que se administró una única dosis de 15 miligramos de THC de forma oral. Los esfuerzos se centraron en el gen CYP2C9, cuyas variaciones influyen en la recepción de este cannabinoide en el cuerpo. Analizando el CYP2C9 se puede saber más o menos cuánto tardaría una persona en expulsar todo la marihuana de su cuerpo. No es algo baladí: vaticinar la fecha ayudaría a la hora de hacer análisis de orina y no tener que someterse a cuestiones intimidatorias. 

Así, en ese estudio se concluyó que las personas con los alelos (formas alternativas de un gen) CA tenían dos veces más THC en su cuerpo que aquellas con los alelos AA en ese gen. Si el par era de los denominados CC, el THC era hasta tres veces mayor y el efecto, por tanto, más duradero.

El funcionamiento del gen CYP2C9

El gen CYP2C9 no es igual en todas las personas. Eso explica que la cantidad de THC absorbida por el cuerpo sea diferente en cada uno de nosotros y, por tanto, también sus efectos. Analizando el gen se puede saber cuánto tardaríamos en dar negativo en un análisis de consumo de marihuana, pero también nuestra tolerancia al cannabinoide psicoactivo más conocido de esta planta. 

Así, ¿cómo funciona el gen CYP2C9? Dicho gen ayuda al desarrollo de una enzima homónima. Esta y otras compañeras se encargan de absorber y descomponer hormonas o medicamentos. También, el THC.

De este modo, el tetrahidrocannabinol circula por nuestro cuerpo. La enzima CYP2C9 lo ‘atrapa’ cuando pasa cerca de él, lo absorbe (ahí nosotros notamos su efecto en mayor o menor medida) y, por último, lo transforma en THC-COOH. Esta molécula es en parte responsable de que los test de conducción o análisis de orina den positivo en consumo de marihuana y, por desgracia, hagan pasar un mal momento a los usuarios. Curiosamente, esta molécula ya no es psicoactiva. Aun así, algunos países de Europa la incluyen en sus pruebas a conductores.

Eso sí, los afortunados que tengan el par de alelos CC tendrán muy poca cantidad de THC-COOH. Esto quiere decir que es más probable que pasen una prueba de sustancias habiendo consumido la misma cantidad o en el mismo momento que otras personas con otro par de alelos.

 

De este modo y en resumen, quienes tengan el par de alelos CC, y ya que apenas se transforma en THC-COOH, tendrán una mayor cantidad de THC y sus efectos perdurarán más tiempo. En cambio, si es AA, el tetrahidrocannabinol se elimina rápido y, con lo cual, sus efectos serán limitados, tanto en duración como en intensidad. En un término medio se encontrarían las personas con el par de alelos AC. En el caso de las personas CC, no es necesario fumar o tomar comestibles cannábicos en gran cantidad: con muy poco pueden sentir los mismos efectos que las personas AA. Además, tendrán más facilidades para pasar cualquier prueba médica o de tráfico.

Para saber qué alelos tenemos nosotros deberíamos obtener la secuencia de nuestro genoma. Hay compañías que aseguran ofrecerlo por unos 100 dólares (83,85 euros), y se espera que los precios se abaraten en el futuro.

Estas investigaciones sobre nuestro material genético también explican por qué no es lo mismo comer un dulce con cannabis que fumar la planta. Al ingerirlo, el proceso de descomposición comienza antes en el aparato digestivo y, por tanto, llega antes a las enzimas CYP2C9. Al fumarlo, la intensidad no es tanta, porque el THC pasa directamente de los pulmones a la sangre. Sin embargo, el estudio de 2009 concluyó que la duración del colocón era la misma. 

Más allá de CYP2C9

Una vez analizado el gen CYP2C9 y la enzima homónima, los científicos quieren seguir investigando para comprobar cómo el cannabis se relaciona con otros genes, o cómo el CYP2C9 interactúa con otros compañeros y la marihuana. Así, se podrían recomendar formas de consumir la planta y saber cómo afecta a cada persona para que esta actúe en consonancia.

Además, existen otros genes relacionados con cómo el cuerpo responde ante el THC. Analizando el SLC66A se puede saber cómo de bien o mal tomará decisiones una persona tras absorber este cannabinoide. Y observando el COMT se puede comprobar los efectos de la planta en la memoria a corto plazo.

Por su parte, el CYP2C9 no afecta al metabolismo del CBD o cannabidiol, el principal cannabinoide terapéutico; en este caso, es la CYP2C19 la responsable.

Como se puede comprobar, el material genético de cada persona marca su color de ojos, el pelo, la predisposición a sufrir algunas enfermedades… y también su tolerancia con la marihuana. Tenerlo en cuenta es importante para conocer la respuesta al THC o para enfrentarse a un test de orina. Conforme aumente la investigación en la planta sabremos más detalles que permitirán consumirla sin miedos.