La cosecha de semillas de cannabis en invernadero cada vez es más popular, puesto que recoge ventajas tanto del interior como del exterior. Se trata de un método sencillo y económico, al no necesitar las instalaciones que sí requiere un cultivo de interior y al aprovecharse de la luz solar al igual que una plantación de jardín. A su vez, aventaja a las plantas de exterior al estar más protegido contra las inclemencias meteorológicas. En ese término medio, en la sencillez de su equipamiento y la privacidad que proporciona, reside su rotundo éxito. 

El invernadero permite cultivar en exterior, con todas las ventajas que esto tiene, y a la vez tener la seguridad y el control de que el clima o los insectos no acaban destrozando la cosecha. Puede que al principio montarlo pueda parecer una obra engorrosa, que requiera de una inversión grande, pero nada más lejos de la realidad: esta instalación puede ser lo simple o sofisticada que uno desee.

El invernadero combina los elementos naturales positivos de la región donde cultives con la protección contra los elementos malos. Este control se agradece sobre todo en las zonas del norte, donde los productores están más expuestos al frío y la falta de luz. En el sur del Mediterráneo, por ejemplo, el clima debería facilitar la siembra durante todo el año, sin necesidad de intervenir. Así, permite aprovecharte de las bondades de la naturaleza hasta que su generosidad falle y entonces haya que recurrir al uso de métodos artificiales.

Espacio y riego

Lo primero es ser conscientes del espacio con el que vamos a trabajar y, por ende, de la estructura que vamos a comprar. La siguiente decisión es si queremos aprovechar el suelo, o por el contrario, instalar las plantas en macetas. Lo ideal al estar en el exterior sería intentar aprovechar el medio natural y plantar en la tierra, puesto que así las plantas extienden mejor sus raíces para producir cosechas más abundantes. También te ahorra estar constantemente trasplantándolas según crecen; así sufren menos riesgo de calentarse.

Aunque si piensas moverlas, es mejor que las cultives en macetas. Es una buena forma de controlar mejor la cantidad de agua y nutrientes que reciben, ya que en el suelo es más complicado. Los instrumentos de medición son más fáciles de manejar cuando las plantas están en tiestos, lo que permite una supervisión más exhaustiva que si la cosecha está anclada en el suelo.

En cuanto al riego, el invernadero te permite elegir entre un gran abanico de posibilidades, desde métodos de la vieja escuela a refinados sistemas de riego por goteo o por rociado. Que sea un híbrido entre exterior e interior permite, por ejemplo, automatizar bastante los sistemas de riego y de ventilación, algo que en una plantación al aire está mucho más limitado. Por ello, este método facilita mucho la vida al productor, puesto que no necesita de tanto cuidado diario para sus plantas como una cosecha de exterior ni tampoco tanta inversión económica como un cultivo de interior. Es decir, que el productor puede ahorrarse muchos esfuerzos colocando un sistema de riego que suministre agua a las plantas de forma automática.

Así, un invernadero permite mayor planificación y organización, al ser totalmente compatible con la mayoría de instalaciones automatizadas. Pero si eres de los que disfrutas de los ritos y costumbrismos del cultivo de marihuana, también te permite estar encima día a día cual jardinero fiel.

Control sobre el clima y las fases de cultivo

Quizás la peculiaridad más poderosa de un cultivo de este tipo sea la posibilidad de controlar el clima y los ciclos y tener así varias cosechas al año. Esta argucia no es posible con las plantas de exterior, que están a merced de los cambios de estación y temperatura. Con el invernáculo se puede limitar la exposición de la marihuana al sol y así engañarla para que florezca antes. Se trata de una técnica que se utiliza en interior con iluminación artificial y que aquí se consigue jugando con la luz natural. 

La utilización de calentadores permitirá continuar con el cultivo cuando azote el frío. Y en verano, cuando aterricen las altas temperaturas, podremos controlar la temperatura a través de sistemas de ventilación. Para que la plantas se mantengan en un buen estado y puedan hacer la fotosíntesis, el cultivador necesita mantener ese flujo de aire fresco, algo que en una plantación de exterior no se puede conseguir, pues el calor supone una fuerte amenaza para el estrés de las plantas y su productividad.

Gracias al invernadero se podrá cosechar a principios de agosto, volver a plantar y recoger la siguiente tanda en otoño. El entorno artificial creado consigue atrapar el calor, por lo que los productores tienen la opción de empezar a plantar cannabis un poco más temprano de lo que se hace en exterior.

Comenzar la temporada de cultivo antes tiene su razón: para que dure más tiempo la fase de vegetación. Cuanto más larga sea, más grandes serán las plantas y más intensa su floración. Y como premio la cosecha final será mucho mejor. Para que esta fase concurra con éxito es importante no permitir demasiado frío las primeras noches, utilizando los citados calentadores cuando sea necesario.

Protección y discreción

La estructura del invernadero genera más seguridad que una plantación al aire libre, porque al ser un espacio cerrado te ahorras disgustos, como que algún animal salvaje te haga una visita o el perro del vecino se cuele en tu jardín. También, es un espacio hermético mucho menos propenso a la plagas de insectos y a los hongos. 

Hay que mencionar la discreción. Muchas veces mantener una plantación de cannabis no es un tema cómodo, ya sea por cuestiones legales, ya sea por la intimidad vecinal que se quiere tener. El invernáculo es un lugar perfecto para alejar el cultivo de las miradas más curiosas; de hecho, hasta se puede pintar con efecto de sombra blanca para aumentar aún más la privacidad. Incluso hay cultivadores que camuflan las pocas plantas que tienen con tomateras u otras flores que mitiguen un poco el olor del cannabis.

Es normal que el uso del invernadero se vaya extendiendo cada día más. En términos de eficiencia, por su bajo coste y por su sinergia entre lo natural y lo artificial, este método ha ganado enteros en el mundo de los cultivadores. Permite combinar técnicas del cultivo de interior y de exterior, lo que supone un mayor control sobre las plantas y por consiguiente más probabilidades de obtener una cosecha exitosa al final del proceso. Si aún no disfrutas de él, puedes hacerlo a partir de ahora.