Da igual que seas un consumidor experimentado o un novato a la hora de liar porros: la marihuana suele venir acompañada de un voraz apetito. Es muy duro reprimir las ganas de llevarse un delicioso pastel o una enorme porción de pizza a la boca tras disfrutar del cannabis. ¿Quieres saber por qué? La ciencia nos explica esta reacción de nuestro cuerpo.

Si acabas de empezar la operación bikini, tal vez deberías pensártelo dos veces antes de dar la primera calada a ese canuto. No lo decimos nosotros, lo dice un grupo de investigadores europeos que ha descubierto por qué tu apetito se desboca cada vez que consumes marihuana. El mito de los 'munchies' por fin toma un cariz científico. Ahora quizá se extienda la iniciativa de las adorables 'Girls Scout' de San Francisco, que tuvieron la brillante idea de montar un pequeño puesto de venta de galletas a la salida de un dispensario de maría medicinal. Quién sabe...

Según un estudio publicado por la prestigiosa revista Nature, un equipo de neurocientíficos coordinado por el doctor Giovanni Marsicano, de la Universidad de Burdeos, ha descubierto cómo el THC, el principal compuesto químico del cannabis, tiene un efecto directo en el bulbo olfatorio de los humanos, de forma que potencia nuestra capacidad olfativa. Los primeros ensayos, eso sí, se han llevado a cabo con ratones. Se ha comprobado que este compuesto aumenta la capacidad de estos animales para oler la comida y los empuja a comer más de lo mismo.

En base a esta experiencia, y dadas las múltiples similitudes cognitivas que hay entre ratones y humanos, el hallazgo de estos investigadores parece perfectamente extrapolable. Su conclusión no deja lugar a dudas: la imperiosa necesidad de comer algo que sentimos después de fumar cannabis se debe a que podemos saborear y oler con mayor intensidad lo que nos llevamos a la boca en ese momento.


Y esto, ¿a qué se debe?

Para llevar a cabo su experimento, el equipo de neurocientíficos expuso a los roedores al olor de un plátano y, por otro lado, al que desprende el aceite de almendras, con el objetivo de observar su reacción ante estos dos alimentos. En un primer momento, el aroma del aceite tuvo un mayor impacto en los ratones, que dejaron de mostrar interés por este producto una vez que se habituaron al aroma que desprende.

No obstante, aquellos animales a los que los científicos suministraron THC siguieron percibiendo con la misma intensidad la fragancia de dicho aceite, lo que venía a demostrar que el componente principal del cannabis potencia la sensibilidad al olor. Además, estos ratones también comían en mayor cantidad, corroborando la hipótesis de los científicos.

No olvidemos que nuestro organismo tiene un sistema endocannabinoide, sobre cuyos receptores actúan directamente los componentes activos de la marihuana (los cannabinoides), con una incidencia directa en los procesos por los que nuestro cerebro regula aspectos fisiológicos como el apetito o el dolor. Pues bien, según ha desvelado el estudio de Marsicano y compañía, la incidencia de los cannabinoides tipo 1 (CB1) en la parte de nuestro cerebro dedicada a los procesos olfativos, nos abre el apetito... ¡Y de qué manera!

No es solamente que tengamos hambre, sino que, aunque no lo notemos, nuestro cuerpo siente una necesidad de energía tal que nos arrastra a comer cualquier cosa. El estudio publicado en la revista Nature afirma que nos vemos empujados a tomar productos grasientos porque el cerebro teme que, al poco tiempo, nuestro organismo no disponga de los recursos energéticos suficientes para continuar con su actividad. Una circunstancia de la que ha advertía un estudio realizado en 2011 por la Universidad de California, que explicaba el por qué de la tentación de consumir productos con mucho contenido graso tras fumar marihuana.

Estos hallazgos vienen a reafirmar lo que era un secreto a voces. Porque si un aspecto ha acaparado la atención científica en los últimos tiempos, en el contexto de la despenalización progresiva del consumo medicinal de marihuana, es el estudio de la forma en que actúan los cannabinoides en nuestro cuerpo y, más concretamente, en el sistema endocannabinoide de nuestro organismo.

 


Tras muchos años sin que nadie supiera de su existencia, diversos especialistas destacan la importancia de este sistema y sus receptores, fundamentales a la hora de garantizar que los niveles de nuestro cuerpo están en perfecto equilibrio sin importar las circunstancias externas que obren en un momento u otro.

No hemos de perder de vista que, si bien a día de hoy los estudios que tratan de explicar por qué nos decantamos por una hamburguesa o una pizza en lugar de una ensalada tras fumar marihuana simplemente sirven para aclararnos ciertas dudas, en la antigüedad potenciar el sentido del olfato podía ser de vital importancia.

Cuando no existían los 'smartphones', ni 'apps' para localizar el 'burguer' más cercano, cuando había que dar caza a los alimentos que cada cual después se llevaría a la boca, tener un buen olfato era imprescindible para detectar el rastro de un conejo, un bisonte o cualquier otro ser vivo que asar al fuego. Aquello era cuestión de supervivencia, ahora es solo curiosidad. Pero oye, está bien saberlo también, ¿no crees?