Incendios, tornados, inundaciones y temperaturas récord: este verano, los desastres naturales se han visto agravados por la acción del cambio climático en todo el planeta. A medida que el calentamiento global se hace más evidente, estos fenómenos aumentan en intensidad y magnitud, y generan un impacto cada vez mayor sobre los bosques, las cosechas y los recursos necesarios para el cultivo de cannabis.

Según los datos publicados por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), la temperatura media registrada en la superficie terrestre y oceánica en la primera mitad de 2017 sitúa este año como el más cálido de los registros históricos, solo por detrás de 2016. En los primeros ocho meses de este año, los termómetros marcaron 0,88 grados por encima del promedio del siglo XX. Cifras alarmantes que constatan que el cambio climático es la mayor amenaza medioambiental a la que se enfrenta la humanidad, como asegura el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). 

Los cultivos dependen de la temperatura, el agua y el estado de los suelos. Por ello, las sequías, los incendios y las olas de calor derivadas de este aumento térmico pueden alterar la producción de marihuana en el exterior y hacer que se reduzca el rendimiento de las cosechas, lo que obligaría a los agricultores a utilizar nuevas prácticas en respuesta a las inclemencias del tiempo. 

En este sentido, la sequía es uno de los problemas más acuciantes para los productores de cannabis. Con la escasez de agua y el descenso de la humedad, el terreno se vuelve más hostil y menos permeable, y no es capaz de absorber de manera eficaz la lluvia, lo que afecta a la calidad de las plantas, que no pueden nutrirse de la almacenada en el subsuelo.

Solo algunas variedades autóctonas de marihuana como la sativa pueden crecer en zonas secas y resistir las altas temperaturas y la ausencia de humedad. De hecho, la mayor parte de las plantas necesitan bastante agua para crecer, en especial en el periodo comprendido desde mediados de verano hasta otoño. En un día de mucho calor, una de gran tamaño puede requerir hasta 60 litros, casi el doble de lo que necesitan otros cultivos. 

Aunque el cannabis suele adaptarse a la cantidad de líquido que se le proporciona, hay que tener en cuenta que necesita un abastecimiento controlado y homogéneo durante todo su crecimiento. Por ejemplo, si la marihuana está madurando y se reduce de pronto el aporte, la mayor parte de sus hojas morirán. Por el contrario, si se ve expuesta a un riego repentino y excesivo (como lluvias torrenciales o inundaciones), la oxigenación del suelo será muy baja y afectará al crecimiento. 

Para evitar que el cultivo se eche a perder a causa de los cambios bruscos de temperatura y la sequía, el productor debe tener en cuenta la latitud, ubicación de la zona y el clima predominante y seleccionar con cuidado las plantas que estarán en el exterior. 

Se aconseja tener el cannabis en valles donde el riego natural es abundante. Los aspersores, el riego por goteo o los rociadores son herramientas útiles para mantener el abastecimiento de agua a un ritmo controlado y constante. A fin de reducir la evaporación es recomendable enterrar las macetas.

Si el objetivo es reducir los gastos, una buena opción es utilizar medios para retener el agua de lluvia y recoger la de ríos y arroyos cuando su nivel sea más alto y así aprovecharla durante el resto del año. 

El cambio climático empeora los incendios

Si bien el cambio climático no es la causa de un incendio, la ausencia de precipitaciones, el calentamiento global y la progresiva desertización de los bosques hacen al medio ambiente vulnerable frente a los efectos devastadores del fuego. Para la organización Greenpeace, el cambio climático “empeora las condiciones de inicio y propagación” de los incendios y favorece la existencia de vegetación seca en los montes, lo que a su vez se convierte en combustible que alimenta las el fuego. En California, estado que genera anualmente casi 6000 toneladas de marihuana, las llamas han arrasado al menos siete granjas de cannabis en los territorios de Sonoma, Napa y Mendocino, según ha alertado la Asociación de Productores de California (CGA) en los últimos días.

Estos aseguran que, incluso si los cultivos se libran de las llamas, la ceniza y los humos tóxicos darán a la planta un aroma a humo, lo que modifica el sabor de esta en comparación con el de su variedad original y dificulta su comercialización. Con nombres como 'beef jerky' (en español, carne de cecina), o 'campfire pot', los cosechadores están intentando paliar los efectos secundarios del incendio y reducir las pérdidas de cara al mercado, dándole un nuevo nombre más atractivo y ‘ahumado’ a su producto.

Otra consecuencia derivada del fuego es que las plantas que han estado expuestas al humo son más propensas a sufrir plagas y enfermedades que pueden causar moho y hongos, lo que representa una amenaza para la salud de los consumidores, especialmente para aquellos que usan marihuana con fines médicos o terapéuticos. 

En España

Un país de clima más árido, con inviernos más cálidos y veranos más largos. Esa es la España que dibuja el informe 'Cambio Climático en Europa 1950-2050: percepción e impactos'. La temperatura media podría aumentar hasta 5 ºC para el año 2050 al ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que los productores de marihuana no solo tendrán que acostumbrarse a un verano perpetuo, sino que tendrían que cambiar sus técnicas de cultivo y adaptarlas a un clima más similar al norte de África. 

La buena noticia es que la marihuana puede soportar la escasez de recursos mejor que otras especies vegetales. Aunque necesita una cantidad de agua superior para madurar y crecer, requiere poca para sobrevivir. De hecho, Marruecos, con su clima cálido y zonas desérticas, es una de las principales regiones productoras del continente africano y encabeza la lista de países exportadores a Europa. Así que, si España va camino de convertirse en un fiel reflejo del clima africano, no todo está perdido.