Durante los últimos años, y al margen de la ley, Albania ha desarrollado una industria de la marihuana lo suficientemente potente como para convertirse en el mayor productor de cannabis de toda Europa. La cantidad y la calidad de sus cosechas es admirada en todos los rincones del planeta, y la pequeña aldea de Lazarat repite puesto año tras año como meca cannábica no del país, sino del continente entero.

La república de Albania, situada en el sureste europeo, es mundialmente conocida por sus paradisíacas playas o tranquilos paseos por Tirana, la capital. Quienes visitan el país caen rendidos ante su belleza. Pero también hay quienes quedan fascinados ante la magnífica producción de cannabis, cuyos campos de cultivo se sitúan sobre todo en las zonas montañosas, junto a la frontera con Grecia.

El auge de la producción en el país balcánico ha seguido un largo proceso de continuo avance. Las razones que explican su gran potencia son diversas; entre ellas destacan las largas rachas de inestabilidad socioeconómica sufridas por sus ciudadanos, sobre todo a partir de la caída del comunismo en 1990. Desde entonces, esta coyuntura ha hecho del negocio de la marihuana una actividad con fundamental importancia en Albania y muy especialmente entre las economías rurales.

Precisamente fue en las pequeñas aldeas donde más impacto tuvo la crisis financiera que sacudió al país en el año 1992, un acontecimiento que marcaría un punto de inflexión en la producción cannabica de Albania. En el contexto de las convulsiones económicas y sociales, cultivadores griegos establecieron plantaciones en las zonas montañosas del sureste del país. De manera improvisada, muchos agricultores y ganaderos decidieron dar el salto hacia la oportunidad que se abría ante sus ojos. El cultivo de marihuana les proporciona desde entonces el nivel de vida y estabilidad financiera a los que no pueden acceder prácticamente de ninguna otra manera.

Durante estos casi treinta años de producción el cultivo de marihuana también se ha visto afectado por las constantes intervenciones de la policía. Sin embargo, debido a su falta de fondos y debilidad, sus intentos no han frenado el crecimiento de la industria cannábica albanesa, que se mueve totalmente al margen de la ley.

El corazón de esta grandiosa cosecha de marihuana, reconocida entre los consumidores nacionales e internacionales (su popularidad, además, va en aumento), se focaliza en las zonas montañosas del sureste de Albania. Allí no solo se dan las condiciones climáticas favorables para el correcto desarrollo de las plantas, sino que también las cumbres hacen de la zona un terreno de muy difícil acceso para las fuerzas del orden, conformando una verdadera ‘fortaleza natural’.

Lazarat, una aldea en esta zona de poco más de 5000 habitantes, es el emblema cannábico de Albania. Más de 60 hectáreas ubicadas en sus fértiles laderas se han convertido en el hogar de 300.000 plantas de marihuana de hasta tres metros de altura. La producción habla por sí sola: hasta 900 toneladas de cannabis anuales por un valor de 3600 millones de euros, prácticamente un tercio de toda la economía albanesa. Más allá de Lazarat, el cannabis crece con facilidad en otras zonas de Albania, como Fier, Vlora, Shkodra o Tropoja.

Los salarios de los trabajadores allí rondan los 10 euros por kilo de cannabis recolectado. A veces también reciben su paga por día, alrededor de unos 17 euros. Cultivar marihuana es en Albania mucho más lucrativo que trabajar en una granja convencional. La matemática es muy simple: dos kilos de cannabis proporcionan más ingresos que una tonelada de trigo, comentan los trabajadores. Las condiciones económicas son, por tanto, otra causa fundamental para explicar la razón de ser de tan inmensa industria y por qué tantos trabajadores rurales optan por este singular cultivo.

Los últimos datos que se manejan sobre la producción cannábica en Albania quedan recogidos en un informe realizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos. Se estima que durante el año 2015 las autoridades de aquel país realizaron diversos arrestos y confiscaron una significante cantidad de marihuana producida en el país. De acuerdo con la policía albanesa, que coopera con las autoridades italianas para intentar parar la industria cannabica, de enero a octubre de 2015 las autoridades confiscaron nada menos que 6,78 toneladas de marihuana y destruyeron hasta 689.815 plantas en un área de 44 hectáreas.

Llama la atención que, en un país donde los beneficios económicos y sociales del cultivo de marihuana son tan evidentes, las autoridades sigan negándose a adoptar políticas más permisivas. La posesión y consumo son ilegales, aunque rara vez se condenan. Mientras, para la producción, distribución y venta, las penas oscilan entre los cinco y diez años de prisión, ascendiendo hasta los quince para casos relacionados con el tráfico de la sustancia. Tomar un cambio de rumbo no solo permitiría unos ingresos adicionales en las arcas del Estado de gran valor, sino que también liberaría a los campesinos de temer por la ilegalidad de sus cosechas. Además, gracias a su estratégica posición geográfica, se beneficia de unas condiciones de tránsito idóneas para el transporte y exportación de marihuana, otro argumento a favor de la regulación.

Frente a ello, la policía de Albania sigue persiguiendo su actividad. Durante los 10 primeros meses del año 2015, además de la hierba confiscada y destruida, arrestó a un total de 827 personas en intervenciones relacionadas con el comercio de sustancias ilícitas. Solo en septiembre, la Oficina de Persecución de Crímenes Graves (SCPO) investigó a 105 personas por delitos relacionados con el tráfico de drogas y cometidos en años anteriores. También se investigó a otras 81 por procedimientos abiertos durante el 2015.

No obstante, Albania resiste y sigue manteniendo su puesto como mayor fuente cannábica de Europa. Los cultivos nacionales más predominantes son los de cannabis Indica, aunque también se producen grandes cantidades de hachís.

A pesar del prohibicionismo vigente en Albania, los cultivadores no desisten y siguen dedicando sus esfuerzos a la producción de un cannabis de calidad capaz de enamorar a consumidores de todo el continente. Habrá que esperar para comprobar si su Gobierno finalmente opta por legalizar su trabajo y permitir a miles de agricultores cultivar sus plantas con tranquilidad.